El oficial de Policía Miguel Noguera no ocultaba ayer el mal rato que había pasado apenas unas horas antes, cuando camino del trabajo se había topado con un joven al que tuvo que practicar una reanimación tras perder el pulso y estar a punto de asfixiarse con su propia lengua. La situación para él no era nueva porque justo un mes antes ya había pasado por lo mismo, muy cerca de allí y casi a la misma hora, asistiendo a un hombre que estaba sufriendo un infarto.
Según explicó ayer a MELILLA HOY, hubo un momento en que pensó que el joven no iba a salir de esta por el mal estado en el que se encontraba y la nula reacción a todo lo que le fueron haciendo hasta que llegó la ambulancia. “Esta vez fue mucho más difícil que la anterior”, admitió Noguera, a quien aún le cuesta creerse que le haya ocurrido lo mismo dos veces en un mes. Hasta tal punto, que cuando el chico fue trasladado al hospital, sufrió “un pequeño derrumbe”. “Seguro que me costará conciliar el sueño, como me pasó la otra vez”, dijo a este Diario apenas unas horas después de lo ocurrido.
En su opinión, en ambas ocasiones fueron clave los conocimientos de primeros auxilios que adquirió en la Academia de Policía. Y aunque dijo que “en parte es un orgullo” haber podido echar una mano “y que encima haya salido bien”, también señaló que “cualquier persona dentro de sus posibilidades intenta ayudar en esas circunstancias”. Destacó, sobre todo, el trabajo de la doctora y la enfermera de la clínica que salieron a ayudar.
