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Incienso y cera

Una Semana Santa, que además de ofrecer el merecido asueto compartido con familiares y amigos, proporciona un reencuentro con la fe y la espiritualidad y que, en definitiva, se inscribe en el seno de esa cumbre de señas de identidad locales que se deben proteger, amparar y promover. Nos encontramos en la antesala más cercana a la semana grande para aquellos que profesan la religión cristiana ya que la Semana Santa, que se inicia mañana día 9 con el Domingo de Ramos y finaliza la jornada del 16 con el Domingo de Resurección, es un período que al margen del paréntesis temporal que aporta la época vacacional, conlleva otras connotaciones de naturaleza religiosa, porque para numerosos ciudadanos durante la semana de pasión, también se afianza la fe católica en torno al comienzo del cristianismo y los hechos que culminaron con la vida terrenal de Jesús y que sentaron las bases de esta religión.

La festividad cristiana comienza su andadura mañana con el Domingo de Ramos, uno de los más importantes debido a que este día representa la llegada de Jesús a Jerusalem. Los escritos establecen que llegó montado sobre un borrico, preludio de su Pasión. Al llegar a la Tierra Santa, sus fieles lo recibieron con fervor y gran entusiasmo, por eso este día, tanto en las procesiones como en las iglesias, los creyentes llevan ramas de olivo o de palma, como un símbolo de la fe renovada. Estas palmas se juntan en muchas iglesias para luego ser quemadas más adelante como la fuente de las cenizas usadas en los servicios del Miércoles de Ceniza.

En la actualidad son cinco las cofradías que integran la Semana Santa melillense, que podría padecer, como viene siendo ya habitual en esta última etapa, ciertas dificultades para los traslados de sus imágenes, pero que sin embargo cuenta con el esfuerzo y el empuje de todo un pueblo que la siente como una de sus más importantes tradiciones y que imprime un sentimiento de unión y solidaridad de los ciudadanos, que se extrapola de la misma forma a las celebraciones del resto de colectivos religiosos.

Por el hecho de tratarse de una ciudad tan 'sui generis' y envuelta en peculiaridades en todas sus manifestaciones, la Semana Santa melillense posee unas características específicas por el siempre comentado éxodo vacacional que cada anualidad se produce en este período pero que, en principio, no parece que se vayan a producir especiales dificultades para trasladar a hombros los tronos, aunque no se sabrá hasta el mismo día de la salida de cada paso y por tanto los cofrades animan a todos para no bajar la guardia y solicitan la colaboración de los melillenses en general, tanto bajo los tronos como en las aceras acompañando a las imágenes en sus recorridos procesionales.

Una Semana Santa, la melillense necesitada de apoyo por parte de los cristianos para sustentar una tradición que se remonta en el caso de la Cofradía del Nazareno, con sede en Melilla la Vieja, a la nada desdeñable cifra de tres siglos y medio atrás, hasta llegar a la del Humillado que bendijo a sus imágenes y realizó su primera salida procesional desde la Iglesia Castrense en 1990.

Una Semana Santa, que además de ofrecer el merecido asueto compartido con familiares y amigos, proporciona un reencuentro con la fe y la espiritualidad y que, en definitiva, se inscribe en el seno de esa cumbre de señas de identidad locales que se deben proteger, amparar y promover. Está claro que la Semana Santa melillense es patrimonio de todos, cristianos y no cristanos y una bandera, por tanto, de su tolerancia.

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