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El Rincón de Aranda

Recordando Hechos Históricos (I)

Hace ahora 468 años, el 15.03.1549, Miguel de Perea llegó de la Península, para hacerse cargo de los trabajos de fortificación de la Ciudad. Éste era Capitán al servicio de la Corona en 1525, Maestro de Trincheras en 1526, y al año siguiente, Capitán General de Artillería. Bartolomé Dorador en carta dirigida a Maximiliano y María de Austria, entre otras cosas les dice: “(…) La fortificación desta cibdad anda de muy grand priesa, pues D. Miguel de Perea lo haze con toda diligencia (…)”. En la Alcazaba existe la plaza “Ingeniero Miguel de Perea”, que yo hubiese preferido que la denominación hubiera sido el de “Maestro de Trincheras”, ya que decir “Ingeniero”, cualquiera que ignorase quién fue ese personaje, puede entender que es un ingeniero actual, que ha diseñado uno de los bellos edificios de Melilla, cuando lo que realmente diseñó fueron las defensas de la Ciudad Vieja. Pero bueno, el “lumbreras” de turno tendría sus razones, como el que colocó a Napoleón en la Falda de Camellos, que: “¡manda huevos!”, como diría Trillo, D. Federico, el de: “…Al alba, y con tiempo duro de levante…”.
En esas fechas se ahondó el foso de Santiago para obtener piedra, reedificándose el Frente de Tierra o Batería Real, y también se arrasó la Villa Vieja, y la primera Iglesia de San Miguel, junto con la primera Casa del Gobernador. Por esta época Francisco Verdugo, desde Málaga, era el encargado de organizar las partidas y envíos hacia Melilla. Las partidas para extraer el dinero destinado a la Plaza provenían del llamado: Juro de Melilla. Era un modo de encauzar todo el dinero estatal hacia Málaga. El Proveedor y Pagador de las Armadas de su Majestad, se encargaban ambos de que todo ese dinero lo recibiesen los residentes en la Plaza. Pienso que sería lo mismo que ocurre actualmente con las partidas que se destinan a Melilla de los Presupuestos Generales del Estado.
El 13.04.1498. Presentada por los Comendadores, Pedro de Estopiñán y Martín Bocanegra, se firma en Alcalá de Henares, el Asiento, entre La Real Hacienda y la Casa Ducal de Medina Sidonia. En el mismo se detallan los gastos de personal y material necesarios; y creo que fué el primer presupuesto de la Ciudad, y en el que se establecía, entre otros particulares, que entre la guarnición debían contarse con treinta y cinco oficiales de oficios, carpinteros, herreros, pedreros, albañiles y canteros: “…Otrosí debemos de mandar librar al dicho duque este año un cuento (un millón) de maravedíes para las labores que se han de hacer en la dicha cibdad de Melilla, en la Iglesia, y en las casas é en los baluartes, e empetrillar, e almenar e adobar las torres, é cerrar la parte de la mar lo que fuese menester, el cual se ha de librar en las dhas cibdades de Sevilla y Jerez y sus comarcas …”. El Duque se compromete abastecer la Plaza por seis meses, percibiendo la Tenencia de la Ciudad, facultado para nombrar Alcaides y Justicias. Setecientos hombres y cincuenta caballos fueron la plantilla de la Plaza.
El Rey y la Reina: “Lo que por nuestro mandato se asentó con el Duque de Medina Sidonia; e con Don Pedro Estopiñán, su contador, e con Martín Bocanegra, Alcayde de Medina Sidonia, ambos en su nombre, para la guarda e proveimiento de la cibdad de Melilla es lo siguiente: Primeramente, que Nos mandamos dar cargo al dicho Duque de la tenencia e guarda de la dicha cibdad de Melilla, porque la tenga por Nos cuanto Nuestra merced y voluntad fuere (…)”.
El 27.04.1551. Muere en Melilla Miguel de Perea, y es nombrado maestro de obras, Sancho de Escalante. El Alarde (revista de tropas) de 24.04.1553, indicaba que solo había 300 hombres para la defensa de Melilla.
Como decía Mir Berlanga en uno de sus libros históricos: “Melilla es la de un pasado heroico de aventuras y riesgos que merece ser conocido” y yo, como un aficionado de la Historia, lo transmito por estas páginas. También reivindico que nuestro Cementerio sea denominado: “Cementerio Nacional de Héroes”. Y si me lo permiten lean lo que hace algunos años escribía yo, recordando mi niñez en las calles del Pueblo: “Subiendo por la Puerta de la Marina/ siendo chico, en sus escaleras caí./ En la cuesta de los algibes/ ante un militar me dolí./ Éste, al verme lloroso, me acarició./ Ahora mi espíritu vive ese recuerdo:/¿Sería aquél soldado uno/ de los que con espada, calzas y lanza/ Melilla conquistó ?./ Me dicen, que eran hermanos,/ y españoles,/ como yo”.

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