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El vicario pide que el amor siga siendo la guía que una a las comunidades melillenses

El vicario episcopal, Roberto Rojo, que pidió a la Virgen María la protección de los melillenses, mostró su deseo porque el mensaje de Cristo permita transmitir a los melillenses que «el amor es el camino porque no entiende de fronteras» y que contribuya a la unión de las comunidades. Con sus palabras arropó la salida procesional del Cristo del Socorro, el Santo Entierro y Mª Santísima de los Dolores, los pasos de la Cofradía del Nazareno que contó, de nuevo, con el respaldo de la juventud melillense que respondió, de forma mayúscula, al llamamiento de portadores para las salidas procesionales del Viernes Santo. A las diez menos cuarto de la noche y desde la Plaza de Toros, iniciaban su estación de penitencia el Cristo del Socorro, el Santo Entierro y María Santísima de los Dolores en su Soledad, todas estas imágenes patrimonio de la Cofradía del Nazareno de Melilla la Vieja, para la que esta ha sido la Semana Santa número 520. Las calles rebosan sorprendentemente de ciudadanos que acuden fieles a arropar con su presencia y oraciones su Semana Santa en el tramo más triste y difícil, acompañando al Cristo de las buganvillas, al Santo Entierro y a la Dolorosa en su peregrinar resignado. Procesión El público congregado dedicó un sonoro aplauso a los esforzados portadores, en especial en la difícil maniobra de sacar entre las verjas del recinto el monumental trono del Cristo Yacente. Los hombres y mujeres de trono, en un esfuerzo titánico, sujetan los varales como si la vida les fuera en ello, orgullosos porque su Cofradía cumplirá un año más con su estación de penitencia, la oficial del Viernes Santo que viste de gala, más si cabe, las calles de Melilla. Entre los portadores, chicos y numerosas chicas jóvenes que respondieron con creces al llamamiento realizado por parte de la Cofradía, pidiendo la ayuda de los melillenses para poder cumplir con su estación de penitencia. El Cristo del Socorro, el de la buganvillas, portado por cuarenta jóvenes costaleras, abrió el camino. La imagen fue tallada en el siglo XIX, en 1819, por un oficial de la guarnición de Melilla sobre un tronco de leña destinado a los hornos de pan de la plaza, y entró a sustituir al Cristo de la Vera Cruz en las procesiones, aquel que llegó con Pedro de Estopiñán. El crucificado conserva los ojos y la boca entreabiertas porque acaba de expirar, con lo que se van cumpliendo los pasos que llevarán a la resurrección del Hijo del Hombre. El Cristo del Socorro vuelve a recorrer las calles de su Melilla, como lo hizo tantas veces antes, como aquella vez en la que estando la ciudad sitiada por el sultán de Marruecos, su sombra recortada en las murallas de la ciudad vieja hizo posible que aquellos que llegaban de la Península con víveres, supieran que la plaza seguía siendo española y llevaran su mercancía y auxilio a tierra. ‘El chiquito’, el cristo de Melilla va sobre el trono que se compró para el 350 aniversario del Nazareno. Lo llevan 40 mujeres jóvenes, mujeres melillenses que vienen a demostrar que las mujeres vienen ocupando un lugar, de igual a igual, como sus compañeros dentro de las cofradías. En recuerdo del niño Miguel Ángel Norvaldo Picallo, alumno del Buen Consejo que falleció de cáncer a los 10 años en febrero de 2008, el Cristo del Socorro luce, desde ese año, en su monte de buganvillas moradas unas amarillas provenientes de las que plantaron en su memoria sus compañeros en el Colegio. Detrás le sigue el Santísimo Cristo Yacente («Santo Entierro»), tallado por Benito Sánchez Barbero, de la Escuela Granadina, en 1943. El sepulcro, con caras de cristal, fue labrado en caoba, palo santo, marfil y plata por Jorge Salvador, premio nacional de artesanía en 1943. El Santo Entierro viste de tristeza la noche del Viernes Santo, al paso de la urna en la que Cristo muerto va camino del sepulcro. Le acompañan el comandante general, Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu representando a Don Felipe VI; el presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, una representación de la Delegación del Gobierno y después, los parlamentarios nacionales y los miembros de la Asamblea local. El vicario dedica una oración al Cristo Yacente que flota en un mar de flores y procesiona envuelto en las volutas de incienso arábico que queman sus cuatro pebeteros. Al cortejo le sigue detrás silenciosa, con el rostro enmudecido por el dolor, María Santísima de los Dolores en su Soledad, talla de autor anónimo, pero de la escuela granadina. Se estima que fue elaborada entre 1730 y 1760. En el pecho, la madre lleva un corazón asaeteado por siete puñales, los siete dolores de María. La virgen procesiona de negro, con un traje de terciopelo negro con bordados en oro elaborados en los talleres de la cofradía, y un tocado de tul bordado por las adoratrices de Melilla en 1940. Ochenta hombres y mujeres de trono la portan, custodiada por la Guardia Civil y la banda de cornetas y tambores de la Comandancia General y la Unidad de Música. Incienso, silencio, recogimiento, tristeza y luto en la estación de penitencia de la tres veces centenaria Cofradía del Nazareno que saca a la calle, con el respaldo de una ciudad creyente, los pasos del Cristo del Socorro, el siempre emotivo y sobrecogedor Santo Entierro y María Santísima de los Dolores en su Soledad. Oraciones El vicario, Roberto Rojo, en su oración al Cristo del Socorro en su estación de penitencia, pidió su protección para que «Melilla sea un único pueblo en sus diferentes religiones, y que el amor siga siendo presente porque el amor no tiene fronteras». Al paso del Cristo Yacente, el vicario episcopal rememoró la tristeza que supone la muerte, la pérdida de un ser querido y que no hay palabras de consuelo. Al ver al Cristo muerto, «a pesar de nuestra fe y que sabemos que detrás de la muerte hay vida, dudamos porque somos humanos, pero sabemos que detrás de esa muerte, tu nos has dado la vida eterna», afirmó. En señal de recuerdo y respeto a todos los amigos y familiares fallecidos, se guardó un minuto de silencio. Al paso de María Santísima de los Dolores en su Soledad, el vicario recuerda el terrible sufrimiento y dolor de la madre que ha perdido a su hijo de una forma tan cruel, pero indicó que esa muerte que podría interpretarse como un gran fracaso, encerraba la promesa de la resurrección y la vida eterna. Afirmó Roberto Rojo que a pesar de su dolor, la virgen es «nuestra esperanza», por eso pidió a la Madre de Dios que ampare «al pueblo de Melilla, a todos sus habitantes». «No tengas distinción. Muchas veces no saben expresarse pero sabes leer en su corazón. Ayúdanos a que esa esperanza nunca se apague. Ayúdales a crecer, a amar, a ser esa familia en Dios, a ser esa familia humana para que sepan ayudarse unos a otros. Madre nuestra, se tu en el dolor, ese consuelo de nuestras penas», pidió el sacerdote.

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Jesús Andújar

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