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Hasta Bruselas reconoce nuestro bajo crecimiento económico

Nuestro periódico -nacido el 21 de abril de 1985 y que, dicho sea con toda la humildad y sensatez posible, ha contribuido poderosamente a mejorar Melilla y a equilibrar y contrapesar los excesos del poder político (les guste o no a ciertos dirigentes políticos)- publicó el pasado miércoles un artículo que me parece importante resaltar: "Bruselas aconseja reformas estructurales en Melilla por su bajo crecimiento económico", una descripción diplomáticamente generosa de nuestra lamentable situación económica Después de mucho tiempo, tras haber olvidado las penas de los intentos anteriores, el pasado Jueves Santo, a primera hora de la mañana, pasé a Marruecos, en coche, por la frontera. Era un día y una hora sin los ya habituales miles de porteadores y aun así, con los enojosos trámites de la firma del pasaporte -que muchos melillenses españoles de origen rifeño se ahorran, por aquello de la doble nacionalidad ilegal, alentada por Marruecos y consentida por España- fue necesario emplear alrededor de una hora para que, al ritmo lentísimo habitual, el funcionario fronterizo marroquí fuera poniendo el correspondiente sello a nuestros pasaportes. "Y esto no es nada, comparado con lo que va a pasar dentro de pocos minutos, cuando llegue el barco", me decían los habituales del paso fronterizo. La salida a Marruecos fue frustrante, pero la vuelta a Melilla, el viernes por la noche, fue desesperante, disuasoria de cualquier intento de volver al país vecino: "sólo" tardamos dos horas y media en cruzar esa pesadilla de frontera que, en vez de comunicar, aísla Melilla de Marruecos y viceversa, con la excepción del ya nada reducido grupo de personas que han hecho de la caótica situación fronteriza su extraño, deplorable y tercermundista modo de vida.

La conclusión, sumada a los constantes y cada vez más numerosos y graves incidentes fronterizos, no puede ser otra que la de que lo que pasa en nuestras fronteras, y en nuestro economía -basada en ese espantoso y sin futuro comercio atípico o contrabando típico, según el lado del que se mire la transacción- es que estamos llegando, si es que no la hemos sobrepasado ya tras un progresivo e imparado empeoramiento, a una situación límite que hace casi imposible el desarrollo de nuestra ciudad y el del entorno marroquí de Melilla.

Supongo, o al menos quiero creer, que los políticos, especialmente aquellos que gobiernan la ciudad, son conscientes de la gravedad de la situación. Pero a veces, cuando veo que manifiestan tanta satisfacción por el estado de las cosas locales, me parece que o bien no oyen a los ciudadanos, o que lo que ocurre es que la mayoría de estos, de los ciudadanos -los miembros del famoso "we, the people" norteamericano, nosotros, los ciudadanos, en los que reside, según todas las Constituciones democráticas del mundo, la soberanía de los países- no se atreven a decir a los gobernantes lo que dicen todos los días en sus casas, a sus amigos e incluso a sus enemigos. Lo que dicen es, en términos coloquiales y resumidos, que la cosa está muy mal y que va de mal en peor. Que podía ir todavía peor es indudable, pero también lo es que podría mejorar, siempre que se produzca el requisito preliminar e imprescindible de que hay que cambiar, de que así no se puede continuar y que, además, por las buenas o por las malas -esperemos que sea por las buenas- así, con esta situación y las actuales tendencias, no se va a poder continuar.

Lo que ocurre en nuestras fronteras melillenses es un ejemplo contundente del empeoramiento progresivo de una situación melillense y de lo imprescindible que resulta resolverla. E insisto: resolverla, no decir y repetir que se va a resolver y que se van a tomar medidas, ni excusarse en que la solución de nuestros problemas fronterizos no depende sólo de España, sino también de Marruecos, algo evidente, pero que también puede, y debe, resolverse, porque la solución es conveniente, e incluso imprescindible, para ambos países, para muchos de sus ciudadanos.

La experiencia y el sentido común nos dicen que, cuando a través de determinados métodos y personas algo no se ha podido resolver tras varios años de intentos, lo necesario es cambiar de métodos y de personas. Y cuando a los que no han podido o sabido resolverlo se les ofrece, además gratuitamente, un camino para ayudar a hacerlo, como es el caso de la recién creada Sociedad para el Desarrollo de Melilla (SODEMEL), lo recomendable, lógico, sensato y eficaz es ayudar, comprender a los que ayudan, saben y comprenden, no poner trabas innecesarias ni perderse en formalismos paralizantes y miedos que, aunque tras lo que ha pasado en Melilla con tantas denuncias falsas e intervenciones político-judiciales destinadas más al espectáculo político y a la búsqueda de la promoción personal que a la persecución de males reales, no se pueden eternizar, como no se puede estar cobrando -y mucho- del erario público sin hacer nada, porque se tiene miedo a hacer, o firmar, algo, cualquier cosa.

Otra muestra más del empeoramiento progresivo y grave de la situación melillense es lo que ocurre con muchos proveedores, uno de ellos nuestro periódico, martirizado, como otros muchos proveedores de servicios a la Ciudad Autónoma de Melilla – una Ciudad cuyo estatus jurídico vuelve a estar en entredicho, tras la reciente sentencia del Tribunal Constitucional y las denuncias sobre la capacidad de nuestra Ciudad Autónoma y la ceutí para nombrar viceconsejeros no electos- por el impago de los servicios prestados a la Ciudad (y, lo que es aún más importante, a la ciudad, con minúsculas, a los ciudadanos melillenses), unos impagos superiores a los que marca la ley y al promedio de días de pago de todas las Comunidades de España. El espectáculo habitual de los ciudadanos y empresarios locales implorando eternamente a los numerosos miembros de la burocracia local que se les pague se ha convertido en algo tan patético, desesperanzador y dañino, aunque menos visible, como el de nuestras maltrechas fronteras.

Nuestro periódico -nacido el 21 de abril de 1985 y que, dicho sea con toda la humildad y sensatez posible, ha contribuido poderosamente a mejorar Melilla y a equilibrar y contrapesar los excesos del poder político (les guste o no a ciertos dirigentes políticos)- publicó el pasado miércoles un artículo que me parece importante resaltar: "Bruselas aconseja reformas estructurales en Melilla por su bajo crecimiento económico". Bruselas, o sea, la Unión Europea, es consciente de "nuestro bajo crecimiento económico", una descripción diplomáticamente generosa de nuestra lamentable situación económica, y aconseja a Melilla "flexibilizar el entorno empresarial mediante una reducción de la burocracia, el tiempo y los costes que suponen la creación de empresas, aumentar la eficiencia, la transparencia y la rendición de cuentas en las administraciones y los servicios públicos y modernizar los procedimientos de contratación pública a través de herramientas digitales". SODEMEL, como decía el editorial del MELILLA HOY de ese día, "es un rayo de luz y esperanza a la caótica situación por la que atraviesa la economía local" y en SODEMEL, como lo recoge su borrador de Plan Estratégico para el Desarrollo de Melilla y sus 23 Propuestas concretas iniciales, nos sumamos a los consejos de la UE para las reformas estructurales que necesita urgentemente nuestra ciudad.

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