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El Alminar

Miaja y Sanjurjo en Melilla

En 1928 explotó el polvorín de Cabrerizas, causando 28 víctimas mortales. En aquel momento se encontraban en la ciudad muchos militares de relieve. En la puerta del cementerio de La Concepción, se puede ver al entonces coronel José Miaja Menant (1), y al ya general José Sanjurjo (2).

Confieso que al ver una carta del editor del Melilla Hoy un martes, he sentido cierto sobresalto y he pensado que las cosas deben de estar muy mal, como para requerir su intervención, en un día diferente al domingo. Lo primero que he leído es que me manifiesta su amistad y consideración de modo público, algo que agradezco, a la vez que expreso que el sentimiento es recíproco.

En una opinión anterior expresé la diferencia de trato que la historia y la sociedad otorga a un militar leal al gobierno de la república, como el general Manuel Romerales Quintero, enterrado si más, y a otro que le fue desafecto desde el principio, como José Sanjurjo Sacanell. En agosto de 1932, dos años antes de “la revolución de Asturias”, José Sanjurjo lideró un primer intento de Golpe de Estado contra la República, lo que desmonta el argumento de que la Guerra Civil empezó en 1934.

José Sanjurjo huyó a Portugal, fue juzgado en rebeldía, condenado a muerte y posteriormente indultado, a cambio eso sí, de su expulsión del ejército, al que no pudo reintegrarse. Este hecho convertiría en inválida la pretensión de la familia para esgrimir su derecho a ser enterrado en un Panteón Militar. Es el argumento con el que la Ministra de Defensa debería haber rechazado la petición familiar. Sanjurjo, al igual que Emilio Mola y los otros 7 enterrados en la cripta de Pamplona, debería haber recorrido su último camino hacia una sepultura familiar. Sin embargo, la familia exigió honores.

Me parece muy oportuna la cita de Manuel Azaña, traída a colación por Enrique Bohorquez, pero al igual que las citas bíblicas, coránicas y evangélicas, pueden ser utilizadas en sentidos muy diferentes. La petición de “paz, piedad y perdón” de Manuel Azaña, no pude alcanzar al individuo que en dos ocasiones intentó derrocar a La República, y ese individuo es José Sanjurjo Sacanell.

En el anterior artículo mencionaba la diferencia de trato. En éste quiero mostrar la diferencia de destino. En 1928 José Miaja era coronel en Melilla, y una persona tan vinculada a la ciudad como Sanjurjo, y que poseía tierras y viviendas en la ciudad. José Miaja permaneció leal a su gobierno, ascendió a general y alcanzó fama en la defensa de Madrid. Sin embargo, murió en el exilio y allí sigue, mientras que Sanjurjo, regresó del exilio para dirigir el golpe de Estado de 1936 y su avión se estrelló por exceso de peso, dicen que de su ropa. La paradoja es que el militar leal debió exiliarse sin ninguno de los privilegios de su rango, y el rebelde y su familia disfrutaron y siguen disfrutando de décadas de honores y de comodidades económicas otorgadas por el régimen de Franco, y mantenidas por La Democracia. La familia de Miaja estuvo presa en el desmemoriado fuerte de Victoria Grande.

Quiero agradecerle a Enrique Bohorquez que siga manteniendo estas páginas abiertas a la libertad de expresión. Hay dos medios de comunicación que han cerrado en los dos últimos años, uno histórico y otro sobrevenido. No debe temer nada. La reconciliación es un hecho, aunque imperfecto e impuesto a la fuerza.

La Memoria histórica solo busca el reconocimiento de los que murieron y fueron perseguidos y represaliados por mantenerse leales a su gobierno. Pero como en todo, existe un límite, y es el de que los golpistas y los sublevados sigan exigiendo honores. Alguien ha cometido un error al aceptar el entierro en Melilla de Sanjurjo, y debe asumir las consecuencias de su decisión. Sabían que no era algo correcto, e incluso grave, cuando lo llevaron a cabo en una ceremonia secreta. Los responsables tampoco son los asistentes. Unos pudieron evitar ir, otros acudieron por razones de su rango.

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