El Ángelus, como muchas personas pudieran creer, no es solo una simple oración. Tampoco es un poema más o menos brillante. El Ángelus es, ante todo, una Patria. Una vida trascendida en una dinastía imperecedera.
Decir el Ángelus, es nombrar también todo aquello que fue y es sagrado en nuestras vidas, y que no pudimos, aunque quisimos, darle una continuidad. Decir el Ángelus es vencer nuestras impotencias. Salir de nuestras `prisiones y desamores, para elevarnos por encima de nuestras miserias millonarias o empobrecidas, incluyéndonos en una energía inconcebible, que rompiendo todas las limitaciones, nos traslada más allá del tiempo. Más allá de todas las debilidades y fracasos.
Cuando el Ángel del Señor, anuncia a MARIA, y esta concibe un Ser por obra y gracia del Espíritu Santo, la vida deja de ser termino para ser principio. Deja de ser historia para alcanzar el Génesis. El encuentro con la eternidad razonada, ya que lo Eterno nunca puede ser sin razón. Sin orden. Por eso el Verbo o Ley del Creador, se hace carne para la carne y habita entre nosotros, para que lo imitemos, convirtiendo nuestra carne en espíritu, cristificando nuestras vidas, para que estas sean llamadas Hijas de Dios al estar incorporadas, coscientemente, en el Orden Sagrado de todo lo CREADO.
Decir el Ángelus, es decirnos a nosotros mismos; "Somos algo más. Mucho más hermoso. Más valioso. Más digno que todo aquello que aquí nos deslumbra por unos instantes, en este mundo de sombras y débiles personalismos"
Digamos El Ángelus, no solo pensando en una Virginidad lejana a nosotros, sino creyendo con fuerza y rebeldía, en nuestras propias "virginidades" de seres manipulados por la confusión, pero a los cuales un Dios tiende sus manos amorosas y comprensivas
Digamos El Ángelus, con la plena convicción de que es el primer contacto que lo humano tiene con su origen y no con su utilización. El primer encuentro del cielo con la tierra. Coscientemente.
Buenos días y Buenas nuevas
