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CARTA DEL EDITOR

Sobre la cooperación público-privada, el contrato marítimo y el entreguismo real

A veces da miedo ver en qué manos hemos estado y lo ocurrido, aunque han pasado ya muchos años, refuerza la conveniencia de que Felipe VI visite pronto Melilla y Ceuta. No pido que traslade su residencia desde la madrileña Zarzuela a la melillense Plaza de España. Simplemente sugiero la conveniencia de que nos visite, para proporcionar mayor confianza en el presente y el futuro a los más de 80.000 españoles (no 10.000) que vivimos aquí” En un mundo cada vez más interrelacionado, afortunada e irremediablemente, lo que pasa en Francia, vecina de España, es importante para nosotros. No se sabe lo que pasará este domingo en las elecciones, pero que gane Macron, tal y como me decía en Melilla el pasado domingo una melillense residente en París, no es garantía de solución sino que se contempla como un mal menor, quizás porque, como escribía F.J.Losantos en uno de sus "Comentarios liberales", " lo grave es que el discurso antieuropeo, anticapitalista y antiliberal se ha hecho en Francia no ya dominante sino, con unos medios tan progres como los de aquí, aplastante….mantener la jornada de 35 horas; subir las pensiones y los sueldos a los funcionarios; salir de la UE, el euro, la OTAN, Schengen y los acuerdos de libre comercio…ni Francia, ni ningún país rico sobreviviría a este programa".

Contemplar las pancartas, leer los discursos en España de los dirigentes sindicales con ocasión del 1 de mayo, Día del Trabajador (que, paradójica y curiosamente, se festeja dejando de trabajar) avala lo del discurso antieuropeo, anticapitalista y antiliberal y el temor a su inevitable consecuencia de que ningún país, ni ninguna ciudad (pongamos que Melilla) podrá sobrevivir a programas como los que esos sindicalistas propugnan. Por cierto, lo de los carteles del 1 de mayo en Melilla es ya para nota de extrema torpeza y suicidio anticipado, y lo del discurso en el cementerio melillense del socialista Francisco Narváez -un alto cargo espléndidamente pagado por la Autoridad Portuaria dirigida por el gobierno del PP, un partido que, a diferencia notable del PSOE, se caracteriza por una inaudita y persistente tendencia a tratar mal a los amigos y bien a los enemigos- es de aurora boreal. Sería interesante para Narváez leer a un hispanista e historiador tan acreditado como Stanley Payne y especialmente su libro Por qué la República perdió la guerra, en concreto párrafos como los que señalan que "El Frente Popular, apuntando a la total exclusión del centro y la derecha (como Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, más o menos), era un pasaporte para el desastre seguro", y con su objetivo de "establecer un régimen exclusivo de izquierda" y sus comprobadas trampas electorales "aniquilaron la democracia electoral en España, lo que demuestra la falsedad de una opinión habitual de la izquierda, que la revuelta militar del 18 de julio fue una rebelión contra la democracia, porque la democracia electoral ya no existía en España, donde se había desarrollado una situación prerrevolucionaria". Una "falsa opinión habitual de la izquierda" que, como vemos en el caso de Narváez y en tantos y tantos más, persiste, y es soportada, e incluso premiada, por gran parte del centro y la derecha española, que no osa siquiera rechistar contra lo que hoy es considerado como lo políticamente correcto, por incorrecto y falso que eso pueda ser.

Hace ya más de sesenta años Walter Lippmann ya habló de "el mal de una sociedad sobregobernada". Mi admirado Daniel Lacalle también escribe sobre lo mismo, al analizar el caso de la Sanidad en Valencia, donde "no se está defendiendo la sanidad pública, se está imponiendo la sanidad pública" e impidiendo un modelo de colaboración público-privado, "un modelo de gestión que, desde su implantación en el Hospital de la Ribera en 1999, se ha convertido en un referente global", un modelo recomendado por la Organización Mundial de la Salud por "garantizar la sostenibilidad, la calidad, la innovación y la inversión en una mejor salud para todos" y aprobado por la Unión Europea en 2014 "dentro de una dinámica de la cooperación público-privada". El hospital de Melilla, público y de gestión pública, padece cada vez más carencias y problemas irresolutos. Parece cada vez más conveniente una cooperación público-privada que garantice una mejor salud para todos, especialmente para todos los melillenses.

Eso, la cooperación público-privada, es lo que proponemos en la sociedad para el Desarrollo de Melilla (SODEMEL), como el mejor de los caminos para cambiar en profundidad la situación económica de nuestra ciudad, para lograr, en primer lugar la estabilidad económica perdida (porque la situación económica de Melilla se puede calificar de cualquier manera menos de estable y con posibilidad de futuro) y simultáneamente la estabilidad política local, que no es un fin en sí mismo sino un requisito imprescindible para el cambio profundo que Melilla precisa con urgencia. Lo de estabilidad y cambio puede parecer un oxímoron (la figura retórica que consiste en la unión de dos palabras de significado opuesto, como "soledad sonora", por ejemplo), pero no lo es, siempre que la estabilidad política se base en el apoyo decidido y real, no solamente formal, al cambio. Dicho de otra manera, sin cambio no habrá estabilidad, ni económica (pre requisito indispensable) ni política (consecuencia inevitable).

En mi anterior Carta comenté lo de la reunión con 31 personas, la mayoría empresarios, que mantuvimos el pasado 24 de abril y la califiqué como un hito en la historia de la economía local. Los hechos ocurridos a partir de entonces, en forma de colaboraciones y aportaciones varias, ratifican la justeza de ese calificativo. A titulo sólo de ejemplo cito algunos casos. Ya está en marcha la página web de SODEMEL (www.sodemel.es), algo vivo y moderno que persigue un doble objetivo: presentar y hacer partícipes de esta iniciativa a empresarios y melillenses en general, y comunicar las ventajas (hasta ahora poco comunicadas y explotadas) que ofrece nuestra ciudad a inversores y empresas locales, nacionales e internacionales. También hemos recibido multitud de aportaciones y comentarios sobre la situación económica de Melilla que todos, sin excepción, califican como mala. "No podemos enviar productos melillenses a los mercados europeos, porque somos tercer país". "Hay que generar más viajeros". "El coste de traer un bulto o un contenedor desde Málaga es, proporcionalmente, mucho mayor que traerlo desde China". "Convendría suprimir las tasas portuarias y aeroportuarias, ya que no las pagan las empresas de transporte, sino que las soportan los usuarios". "Melilla tiene un gran potencial turístico… pero también una carencia de buenas instalaciones hoteleras, una escasa formación de los profesionales de la hostelería y una falta de gestión profesional de la proyección turística de nuestra ciudad". "Es necesario dedicar recursos técnicos, no sólo políticos, para evaluar la entrada de Melilla en el ámbito de la Unión Aduanera" y así un largo etcétera de valiosas aportaciones, como estas últimas de José Luis Martínez Lázaro, son las que hemos recibido y seguimos recibiendo en SODEMEL. El cambio avanza.

Dos asuntos de actualidad para terminar. Hay confusión sobre el desenlace de la adjudicación del servicio público marítimo de Melilla con Málaga y Almería. El delegado del Gobierno en nuestra ciudad, como en él es habitual, ha dicho no tener información veraz sobre las ofertas presentadas. Le ayudo a saber algo más: hasta donde yo sé, se han presentado dos ofertas, una de Trasmediterránea, que pide 0 euros, y la otra de Balearia, que solicita el máximo que la oferta permite, casi 14 millones de euros. Lo lógico y esperable, si Trasmediterránea/Acciona demuestra su solvencia -lo cual no parece difícil- es que esta sea la adjudicataria, si las características de los buques que ofrece para el servicio son del nivel que el concurso exige. Por supuesto que el transporte marítimo es, como bien dice El Barkani, un objetivo fundamental del Gobierno central español -que ahora es amigo, no como en una etapa política anterior, de infausto recuerdo para nuestra ciudad- y que el servicio público, operado de manera privada, no está en peligro. Yo creo que más bien sucede lo contrario.

Segundo asunto: lo del actual Rey Emérito, Juan Carlos I, su "posibilidad de ceder Melilla a Marruecos" y su desprecio al Ejército español, manifestados en una reunión con el senador norteamericano Muskie en 1978 y recogidos por la Embajada de EEUU en un telegrama secreto, ahora desclasificado, enviado en su día al Departamento de Estado. A veces da miedo ver en qué manos hemos estado y lo ocurrido, aunque han pasado ya muchos años, refuerza la conveniencia de que Felipe VI visite pronto Melilla y Ceuta. No pido que traslade su residencia desde la madrileña Zarzuela a la melillense Plaza de España. Simplemente sugiero la conveniencia de que nos visite, para proporcionar mayor confianza en el presente y el futuro a los más de 80.000 españoles (no 10.000) que vivimos aquí.

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