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Absueltos 30 acusados de corrupción por la “mala fe” de la Guardia Civil

Esta sentencia no deja en buen lugar a algunos componentes de la Guardia Civil

Las quejas por la actuación de algunos agentes de la Guardia Civil en Melilla, muy pocos pero muy llamativos, no iban desencaminadas si tenemos en cuenta noticias como esta: La Audiencia de Madrid ha constatado que el caso Guateque, en el que 30 empresarios y funcionarios del Ayuntamiento de la capital estaban acusados de organizar una trama para agilizar licencias por sobornos, se inició tras un montaje con “mala fe” de la Guardia Civil, que además se mantuvo oculto por la actuación «inexplicable» del juez y de la Fiscalía, según El Mundo.
La consecuencia ha sido la absolución de todos cuando la Fiscalía pedía 250 años. Al menos una decena de procesados ha pasado por prisión, muchos han perdido su empleo y tres confesaron su participación en los hechos que les afectaban, sucedidos hace 10 años. Según el periódico El Mundo, el caso Guateque fue un escándalo que obligó a responder al alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, que pugnaba entonces junto a Esperanza Aguirre por retornar a la primera línea de la política nacional. Estalló el 14 de noviembre de 2007 con el arresto de 16 personas y acabó convertida en una macrocausa en la que llegó a haber 118 imputados. El Poder Judicial sancionó en 2012 al instructor, Santiago Torres –hoy dedicado a la abogacía privada–, por dilatar la investigación de forma injustificada.

El auto por el que se incoaron las diligencias del caso Guateque sitúa su origen en un atestado de la Guardia Civil que recogía el contenido de una grabación hecha a escondidas por un empresario en la que se escuchaba a otro hacer referencia a una supuesta petición de dinero por parte de funcionarios municipales para agilizar un expediente.

El Instituto Armado, recoge El Mundo, afirmaba que el denunciante había tomado de manera espontánea la iniciativa de registrar la cinta, cuando la realidad es que fueron «miembros desconocidos» de la Comandancia quienes le instigaron a hacerlo, proporcionándole una grabadora de pequeñas dimensiones, llegando incluso a instruirle para que forzase la conversación de forma que sugestionara las respuestas de su interlocutor.

La sentencia de la Sección Penal Segunda es implacable al describir que «el contenido mendaz del atestado [de la Guardia Civil] es el procedimiento fraudulento ideado para conseguir la iniciación del proceso penal mediante el ardid de presentar la grabación de la conversación obviando el dato esencial relativo al método empleado para su obtención». Y eso es así porque, de haber informado al juzgado de lo «verdaderamente sucedido» –que fue la propia Guardia Civil quien preparó el montaje sin autorización judicial–, «tenía que haber sido determinante para declarar la nulidad de la grabación y el consiguiente sobreseimiento y archivo de las actuaciones», continúa la Sala. Como las intervenciones telefónicas posteriores se ordenaron a partir de esa prueba nula, toda el procedimiento está contaminado y no hay otra salida que la absolución masiva de los 30 acusados: «La presente causa nació viciada, por lo que adolece desde su origen de una nulidad radical e insubsanable». «Los agentes de la Guardia Civil actuaron de mala fe, estando encaminada su intervención a la obtención de una fuente de prueba mediante una acción vulneradora del derecho a la intimidad, tratándose de una infracción deliberada para conseguir la iniciación del proceso penal», señala la resolución, redactada por el magistrado Valentín Sanz. La Sala no ahorra reproches para la instrucción «inexplicable» del juez Torres –que ni siquiera requirió la cinta original ni tuvo «el más mínimo interés» en saber cómo se obtuvo la grabación– así como al «paradójico silencio» de las acusaciones –Fiscalía, Ayuntamiento y asociación Adade– sobre estos mismos extremos. La vulneración de derechos que la Audiencia aprecia llega a tal extremo que el empresario que grabó la cinta original ni siquiera reconoció durante el juicio su voz durante una parte de la conversación, lo que lleva a los magistrados a concluir que ni siquiera hay prueba de que el contenido del CD aportado a la causa sea auténtico. En definitiva: «No existe tal supuesta grabación, por lo que la instrucción y el proceso entero se han construido desde la nada más absoluta».

Al juez y a las acusaciones responsabiliza el tribunal de que no haya sido hasta el juicio, una década después de iniciada la causa, cuando se haya preguntado al denunciante al respecto y acreditado la verdad.

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Redacción

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