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Carta del Editor

De rezos, economía y necios

Melilla no forma parte de la Unión Aduanera europea, algo que en tiempos remotos estaba justificado pero que hoy significa una pesada losa para la economía melillense y para el futuro de los más jóvenes, que son los que más padecen la ausencia de expectativas de futuro en nuestra ciudad. Entrar en la Unión Aduanera Europea, como lo hizo Canarias hace unos años y con unas ventajas fiscales similares, es imprescindible para que la economía de Melilla, y por tanto los melillenses y la ciudad en general, tengan un futuro deseable. Son las 5,40 horas de un día cualquiera, concretamente, en esta ocasión, del viernes 30 de junio. Hace calor y duermo con las ventanas abiertas. Me despierta -como es habitual cuando, por el calor, duermo con las ventanas abiertas- el ruido atronador, especialmente atronador en el silencio de la noche, de los altavoces de las mezquitas cercanas y no tan cercanas de mi casa. He comentado en varias de estas mis Cartas que las ordenanzas municipales españolas controlan y prohíben el ruido público innecesario y excesivo que daña o puede dañar a la mayoría de los ciudadanos. Que redoblen las campanas de las iglesias está prohibido. Antes lo hacían, ahora ya no lo hacen. Que se utilicen los altavoces por las mezquitas para llamar a la oración también está prohibido, pero entre ellas parecen competir para ver cual hace más ruido. Que los creyentes de cualquier religión recen me parece muy bien. Que utilicen los despertadores para despertarse, si los rezos han de ser nocturnos, también me parece una sana costumbre. Que utilicen los altavoces para llamar al rezo, a cualquier rezo, me parece innecesario. Además, está prohibido y el cumplimiento de la ley es fundamental en cualquier democracia. Vuelvo a pedir a los que tienen la obligación de hacer que la ley se cumpla que hagan eso, que se cumpla la ley. Para que los ciudadanos podamos dormir con las ventanas abiertas en verano, por ejemplo.

Una vez que hayamos podido dormir, nos guste o no, nos interese más o menos, hemos de recordar y reconocer que la economía marca gran parte de nuestras vidas. Es interesante, por consiguiente, tener en cuenta lo que escriben los expertos en economía, como lo que ha hecho un poco conocido Jordi Palafox que acaba de publicar un libro, de título muy ilustrativo, Cuatro vientos en contra, sobre los problemas de la economía española. El más grave de los vientos en contra que Palafox identifica es la baja productividad de nuestra economía.

Se habla mucho de productividad, pero se conoce poco sobre lo que ese concepto significa. Digamos, para abreviar, que la productividad es el resultado de dividir Salida por Entradas. Las entradas son la mano de obra, las materias primas, maquinaria, energía y capital. La salida es el producto o servicio. La productividad es, pues, la relación entre la cantidad de productos y servicios obtenidos por un sistema productivo y los recursos utilizados para obtener dicha producción. Es, en suma, un indicador de la eficacia del sistema. Es un indicador que, aplicado a Melilla, da unos resultados desastrosos.

En un mundo dinámico, decía el gran Milton Friedma ya a principio de los 80, es más que deseable disponer de una buena movilidad laboral y "los obstáculos para un funcionamiento libre del mercado de trabajo -las restricciones sindicales, las leyes de salarios mínimos, y otras similares- aumentan la dificultad de adecuar un trabajador a un empleo". Las medidas que se pueden interpretar como generadoras de pleno empleo -o, como ahora está de moda decir, empleo "estable"- son políticamente atractivas pero, como los hechos han demostrado y siguen demostrando, no han sido eficaces ni han conseguido el pleno empleo, sino -y Melilla es un ejemplo próximo y muy relevante- niveles más altos de desempleo.

Altos salarios -ver el estudio de salarios en Melilla realizado y publicado por la Sociedad para el Desarrollo de Melilla (SODEMEL)- y desastrosos planes de empleo (que realmente son planes de desastroso desempleo), intervencionismo público exagerado, una política de subvenciones insoportable y de efectos especialmente nocivos para los más necesitados, condicionamiento público a un "empleo estable" imposible en una economía dinámica (como debería y podría ser la de Melilla) han llevado, después de muchos años y muchos gobiernos practicando la misma política (en años anteriores incluso peor), a la lamentable situación económica en la que se encuentra nuestra ciudad, una ciudad en la que lo más grave -y lo que es más urgente, y posible, solucionar- es la actual carencia de expectativas de futuro.

Cualquier expectativa positiva de futuro pasa, en nuestra ciudad, por un cambio económico profundo. Pasa por transformar nuestra economía de una situación como la actual, tipo la comunista Corea del Norte -por citar un ejemplo extremo- en la que casi todo es burocracia y los burócratas -no los políticos elegidos por el pueblo, no los ciudadanos vía los políticos a los que eligen- son los que mandan, a una situación de economía libre, basada en la libertad creativa y, sobre todo, en las pequeñas y medianas empresas y sus iniciativas empresariales. Pasa también por cambiar el sustrato sobre el que la nueva economía se puede construir. Por ejemplo, Melilla es, como ciudad española, parte de la Unión Europea, pero, a diferencia del resto de España -con la excepción de Ceuta- no forma parte de la Unión Aduanera europea, algo que en tiempos remotos estaba justificado pero que hoy significa una pesada losa para la economía melillense y para el futuro de los melillenses, especialmente para los más jóvenes, que son los que más padecen la ausencia de expectativas de futuro en nuestra ciudad. Entrar en la Unión Aduanera Europea, como lo hizo Canarias hace unos años y con unas ventajas fiscales similares, es imprescindible para que la economía de Melilla, y por tanto los melillenses y la ciudad en general, tengan un futuro deseable.

Posdata. Da vergüenza ajena leer lo que dice en la Red la pareja de necios (del latín nescius, el que no sabe) que forman el reconocido prepotente y casi eterno médico evaluador eventual Joaquín Martínez y su abogado, autodenominado "Emilio Bosch El Rojo". Me insultan, calumnian, mienten y vuelven a mentir. Mienten de manera tan asquerosa, tan ridícula, como para decir ( El Rojo) que tras profundas "investigaciones" han llegado a la conclusión de que yo "robaba" el dinero del Campo de Golf y lo ingresaba en mi cuenta corriente del banco. Cualquier investigación, por muy tonto que pueda llegar a ser el investigador, llegaría a la conclusión de que yo jamás he robado nada a nadie, que en el campo de golf no había nada que robar (más del 90% de los escasos ingresos eran para pagar al personal) y que yo jamás ingresé ni un sólo euro del golf en cuenta personal bancaria alguna. Mienten al repetir que yo debo a la Ciudad Autónoma 111.000 euros y que esta me los reclama. Es imposible que yo le deba un sólo euro a la Ciudad Autónoma, por razones obvias para cualquier persona con un mínimo de inteligencia e integridad. Es mentira que a mí la CAM me haya reclamado nada. Lo hizo, equivocándose y desatendiendo sus propios informes internos, al Club Campo de Golf -que en los cuatro años en los que yo lo presidí ahorró a la CAM más de un millón de euros, en comparación con sus gastos anteriores en el campo público de golf y que, según lo que dice y repite el actual Consejero de Deportes, ha sido el recinto deportivo público mejor gestionado y con las cuentas más claras- y la denuncia, basada en datos inciertos y mal interpretados, fue retirada por la misma CAM. Entiendo que personajillos como el prepotente eventual perpetuo y El Rojo simplón no puedan comprender que alguien, por ejemplo yo, trabaje sin cobrar y con el sencillo objetivo de ayudar a la comunidad y a los que me piden ayuda y puedo ayudar. Pero, por muchas denuncias que puedan hacer, por muchas mentiras absurdas que intenten propalar, no me van a asustar ni van a cercenar mi/la libertad de expresión.

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