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El espacio de Aranda

Recordando el 9 de julio de 1909

Comenzaré diciendo, que como algunos jarrones de cristal y lata, depositados en tumbas, con flores de otros jardines yo, con mi humilde aportación, deseo que este escrito, como todos los que me refiero a los Héroes y Mártires, sirva de glorioso recuerdo a aquéllos españoles que dieron sus vidas por la Patria. Pero subrayo que lo hago sin alharacas ni patrioterismo de ningún tipo.
Una de las calles principales en el Barrio del General Del Real, estába rotulada con esa fecha, inmortalizada del mismo modo que muchas otras gestas heróicas. Las consecuencias que derivaron ese 9 de Julio para España fueron trágicas y sangrientas; y todo empezó muy cerca de Melilla. Eran las seis de la mañana cuando Gregorio Otero, capataz en la construcción de la línea ferrea que uniría Melilla con el exterior, y trece braceros que le acompañaban, se dirigían a la 2ª Caseta, un cabileño les advirtió que muy cerca de allí se encontraban algunos moros que querían hacer prisioneros para canjearlos por los que el General Del Real tenía cautivos del apresamiento de Quet. Los trabajadores no daban crédito a lo que oían, y el capataz Sr. Otero, se propuso avisar al ingeniero Sr. Becerra, en cuanto estuviesen en la Caseta, cosa que hizo. Pero al distribuir las herramientas, observó que los rifeños eran reacios a empezar la faena, yéndose él con tres españoles al arroyo de Sidi Musa, donde empezaron el trabajo de cimentación de un puente.
Algunos minutos después escucharon una descarga de fusilería hecha desde una distancia de diez metros, cayendo mortalmente heridos los obreros: Emilio Esteban de Xerica, casado y con dos hijos, Cristóbal Sanchez, casado y sin hijos, y el mulato de origen cubano, Tomás Almeida. Los demás, indefensos para luchar contra armas de fuego, apelaron a lo tradicional en estos casos, correr sin descanso, ya que sabían que serían hechos prisioneros, no sin antes ver como los rifeños remataban a los heridos dándoles con piedras en la cabeza. Mientras, los sicarios de Mizzián y Chadly los corrian a tiros, y así cayó otro obrero, llamado Salvador Pérez, herido en un antebrazo.
La fortuna para ellos fue encontrarse con un pastor que entre la 2ª y 1ª Caseta, apacentaba su ganado, quien, demostrando un gesto humanitario los acogió con solicitud, anunciándoles que en la via férrea, muy cerca de allí, estaba funcionando una locomotora. Corrieron todos hacia allá, montaron en ella y se dirigieron a Melilla. Al llegar a la Posada del Cabo Moreno los recibieron soldados del Rgto. Africa 68, al mando del Tte. Coronel Enrique Baños Pérez, que tenia la misión de vigilar las vias del ferrocarril. Estos obreros explican aterrorizados lo ocurrido a sus compañeros, y de lo patético del relato se deduce que los moros emboscados entre las 2ª y 3ª Casetas han hecho varias descargas contra el equipo de trabajadores y cuatro de ellos han muerto.
El Tte. Coronel Baños manda urgentemente a la Plaza, a dos soldados, con la misión de comunicarlo al General Marina, y mientras él, con las dos compañias del Africa, embarcó en cuatro vagones que habían enganchado previamente junto a la locomotora que trajeron los obreros.
En Melilla se produce una gran conmoción. En el Hipódromo se va concentrando una columna con el General Marina y su Estado Mayor en pleno, dos compañías de la Disciplinaria, cuatro del África, la bateria de montaña del Grupo Mixto y dos secciones de sables del Escuadrón de Melilla. En la ciudad, el General Pedro del Real y Sánchez Paulete, segundo jefe de la Comandancia, prepara otra columna de reserva con dos compañías del Rgto. Melilla 59, entre cuyos oficiales se encuentran veteranos de Ultramar, otra del Africa 68, la batería de montaña del grupo Mixto al mando del Capitán Jose Royo de Diego (que más tarde sería laureado a título póstumo, y ascendido a Capitán), y una sección de cañones de 8 cm. Plasencia, al mando del Tte. Joaquín Romay Mancebo, de 23 años recién cumplidos.
El General Del Real quedó al frente de guarnición en la Plaza y sus Fuertes; su misión era la de reforzar y sostener la columna que el Gobernador Militar lleva a sus más directas ordenes.
Con los pretextos de que la guerra en Marruecos se estaba haciendo en beneficio e intereses de las compañias mineras y de que era posible la suplantación francesa de nuestra influencia en las costas de Marruecos, se inició una de las mas sangrientas paginas de la historia de la ciudad de Barcelona. El embarque en ese puerto de la 3ª Brigada de Cazadores, con rumbo a Melilla, le valió a los anarquistas para promover los disturbios que se harían famosos en la también famosa «Semana Trágica». Con este movimiento de fuerzas ha empezado la primera guerra del siglo XX en los campos de Marruecos.
El 22 de julio de 1909, siendo Gobernador Civil de Barcelona, Ángel Osorio y Gallardo, Juan de la Cierva y Peñafiel, Ministro de la Gobernación le comunicó por telegrama: «(…) Vigile mucho a los republicanos y anarquistas, y observe sus movimientos. Temo estén laborando desde el extranjero un plan desestabilizador motivo Melilla, cuide mucho de eso(…). El comentario del Gobernador Civil pocos dias después de producirse los acontecimientos fue: «(…)En Barcelona la revolución no se prepara, por la sencilla razón de que está preparada siempre. Asoma a la calle todos los días. Si no hay ambiente para su desarrollo, retrocede, pero si hay ambiente, cuaja. Hacía mucho tiempo que la revolución no disponía de aire respirable. Encontró el de la protesta contra la campaña del Rif y respiró a sus anchas».
Cuatro días después se terminó el desembarco en Melilla de las fuerzas expedicionarias de «Cazadores de Madrid «, mandadas por el General D. Guillermo Pintos Ledesma. El Mizzián y Chadli pregonaron que había llegado a Melilla un Caíd muy fuerte, refeririendose al General Pintos.
Los de mi generación heredamos de nuestros mayores la costumbre de ir de excursión, de gira, a la «Piedra Pintos», roca situada en las laderas del Gurugú, donde éste general encontró la muerte el 27.07.1909, pocos días después de su llegada a Melilla. Era su ayudante, D. Luis Carniago Martinez, que mandaba ese mismo día el Bon. de Figueras.
17.08.1909. El General Marina hacía unas declaraciones a la prensa extranjera en la que decía que Europa había confiado a España la misión de civilizar a los rifeños, y hacían falta tropas para vengar los agravios que algunas kábilas del Rif habían inferido a la Nación Española. Hay que destacar que en Melilla en esas fechas había más de treinta mil hombres: 129 jefes, 963 oficiales y 29.760 de tropa. La Brigada Disciplinaria la mandaba el General Orozco; la de Cazadores, el General Tovar; las Brigadas de Madrid, el General Alfau; la del Campo de Gibraltar, el General Morales; las de Melilla, el General Del Real, y los Cazadores de Cataluña, el General Imaz.
Y para finalizar, le pregunto a los políticos «cambia-nombres-de-calles»: ¿Qué han hecho las Infantas por Melilla?. Fíjense lo que hicieron las autoridades de Mallorca.

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