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La firma invitada

Fin de curso

Los fines de curso político suelen ser agitados: mucha prisa por sacar adelante, antes de las vacaciones, proyectos, debates y anuncios de lo bueno que va a ser lo que nos viene. Y mucha angustia también por deshacerse de cuestiones molestas, aprovechando que la ciudadanía anda ya pensando en la playa. Así pasa a veces lo que pasa: la chapuza. Ahí tiene usted, sin ir más lejos, la vergonzosa clausura,… … por este período de sesiones, de las comisiones de presunta investigación sobre la corrupción montada una en el Congreso por la oposición para investigar la del PP y la otra por el PP en el Senado para investigar la de todos los demás. Fue un circo de esos a los que, entre unos y otros -esta vez, Podemos fue el menos culpable, también hay que decirlo- nos tienen tan acostumbrados.

Ahora, con este precedente, ya sabemos que podemos esperar bien poco de las sesiones otoñales de estas u otras comisiones que traten de poner en marcha, en serio, lo que era una buena idea: pasar revista a lo que fue la corrupción del pasado para evitar que algo semejante se reproduzca en el presente o en el futuro. Alguien, cuando afirmé, hace meses, que para nada era descabellado este proceso de revisión de nuestro más negro pasado, me llamó ingenuo y me dijo que, por supuesto, de nada, excepto de chanza, mofa y befa, iba a servir la comisión del Congreso. Y eso que todavía no se había formado desde el PP, para contraprogramar, la del Senado.

Tenían, me temo, razón quienes criticaban mi ingenuidad. Claro, quizá ellos esperaban lo que vimos en la comparecencia de Bárcenas, en la de los ex secretarios generales del PP o, el colmo de los colmos, en la de Rosendo Naseiro este jueves. O el ridículo 'plante' de toda la oposición en el Senado, también este jueves.

No está el Parlamento para convertirse, como ya quisieron hacer otros grupos en la pasada y frustrante Legislatura, en un teatro de variedades cómicas o en un montaje surrealista. Si los propios diputados empiezan por no tomarse en serio el Legislativo, ¿cómo puede esperarse que la ciudadanía lo respete? Si damos pábulo al desgaste y desprestigio de las instituciones, ¿cómo confiar en que los cuasi sediciosos, que toda legalidad desprecian en aras de sus fines secesionistas, no encuentren en esta falta de prestigio un pretexto más para sus incumplimientos?
El Legislativo, es decir, el Parlamento, es el arquitrabe de una democracia. El más importante, a estos efectos, de los poderes delimitados por Montesquieu. Cualquiera que hubiese asistido, como quien suscribe, a la sesión de la comisión este jueves en el Congreso (y encima en una sala que lleva el nombre del venerable Ernest Lluch), con un aparentemente decrépito Naseiro, que allí andaba, como compareciente, exagerando los defectos auditivos de sus ochenta y dos años y riéndose, queriendo o sin quererlo, de todos sus interpelantes (que tampoco dieron, claro está, la talla), se hubiese creído en el Club de la Comedia. Ya digo, será que el fin de curso alienta las chirigotas. O será el calor, que aprieta, y ya se sabe lo malo que es eso. De lo que no estoy tan seguro es de que esto de la investigación de la corrupción tenga ya arreglo, ni en septiembre ni en diciembre. Nunca.

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