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Carta del Editor

El dinero público no cae del cielo

Pensar sólo un momento, sin tapaderas ideológicas, lleva a la indisimulable conclusión de que el dinero público no sale del bolsillo de Montoro, ni de Conesa -por poner dos ejemplos de actualidad-, ni proviene de "los ricos muy ricos", que son muy pocos. El dinero proviene de los impuestos, los directos y sobre todo de los indirectos -que son más, aunque se noten menos- que el Estado, mediante el uso de la fuerza legalizada, nos obliga a pagar a todos, con singular daño a la inmensa clase media y muy especialmente a los menos favorecidos por la fortuna o el esfuerzo personal, que son muchos más que los agraciados por ambos, fortuna y esfuerzo. Comenta Karl Popper en uno de sus grandes libros, En busca de un mundo mejor, escrito en el año 1989, que se hizo socialista pero que experiencias posteriores le llevaron a pensar que el poder cada vez mayor de la maquinaria estatal constituye el máximo peligro para la libertad personal. Coincido con ello y por eso opino que el anuncio, hace unos días, por parte del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, de la puesta en marcha de una oferta de empleo público de 28.249 plazas, tras un pacto con algunos sindicatos, como el anuncio del portavoz del PP de Melilla, Daniel Conesa, sobre más Planes de Empleo -que, como vengo diciendo y como piensa la inmensa mayoría pensante de los melillenses, son en realidad planes de desempleo- en nuestra ciudad, son dos malas, muy malas noticias.

Ya sé que no es política y socialmente correcto decir esto, que hablar en contra del aumento del gasto público no tiene buena prensa, que mucha gente -a pesar de no haber leído jamás a Keynes y, muy probablemente, no saber siquiera quién es- opina que el gasto público genera más demanda y que tal gasto es gratis para los ciudadanos, como si cayera del cielo el dinero con el que hay que pagar a los nuevos miles de empleados públicos y de subvencionados del desempleo para disimular momentáneamente el alto índice de paro. Pensar sólo un momento, sin tapaderas ideológicas, lleva a la indisimulable conclusión de que el dinero público no sale del bolsillo de Montoro, ni de Conesa -por poner dos ejemplos de actualidad-, ni proviene de "los ricos muy ricos", que son muy pocos. El dinero proviene de los impuestos, los directos y sobre todo de los indirectos -que son más, aunque se noten menos- que el Estado, mediante el uso de la fuerza legalizada, nos obliga a pagar a todos, con singular daño a la inmensa clase media y muy especialmente a los menos favorecidos por la fortuna o el esfuerzo personal, que son muchos más que los agraciados por ambos, fortuna y esfuerzo. El dinero es nuestro, cuesta mucho ganarlo, es lamentable que te lo quiten y es penoso ver cómo, con tanta frecuencia, se emplea tan mal (pagando a los separatistas catalanes, por ejemplo) por ese Estado que te lo quita (o te lo roba, según algunos).

Parecía que alguno de los nuevos partidos políticos iba a trabajar para intentar reducir los impuestos y el gigantismo mastodóntico del Estado, pero leo en el ABC del lunes sobre el partido que tiene entre sus principios la reducción de los impuestos: "La formación de Rivera tiene más expectativas que resultados. El empeño de aferrarse al eslogan de que "no queremos sillones", muy atractivo, no permite medir su capacidad para gobernar, condición a la que debería someterse todo partido". Llegar a gobernar, participar en el gobierno de la cosa pública, debería ser el objetivo fundamental de cualquier partido político, su única razón de existir y la única justificación por la que reciben tanto dinero público. En Melilla, Ciudadanos ha tenido la oportunidad de participar en el Gobierno local y que se pudiera juzgar así su capacidad de gobernar, intentando, por ejemplo, reducir la burocracia exagerada y desordenada que nos abruma e impide nuestro desarrollo, pero, por aquello del "no queremos sillones" y por razones de desavenencias personales, posibilitó que se llegara a una alianza que la inmensa mayoría de los votantes del PP y muchos de sus dirigentes -tras haber soportado, en muchos casos, descalificaciones, insultos y calumnias (encabezadas por personas tan políticamente despreciables como Julio Liarte o Mari Nieves Vida) del partido ahora coaligado y ya desaparecido- rechazaba y se lo ha tenido que tragar como se traga un inmenso sapo, o sea, con mucho desagrado. No sé, nunca se sabrá, qué hubiera sido mejor, pero que lo que ha pasado no es bueno me parece evidente. No tan evidente, sin embargo, como que la Ciudad Autónoma no ejerce, ni ha ejercido nunca, "control" alguno sobre nuestro medio de comunicación. Ni siquiera lo ha intentado, por decir toda la verdad, que es esa y no otra, por mucho que insistan los necios habituales, que creen, como el ladrón, que todos somos de su misma condición. Ladrones, necios, despreciables mentirosos son ellos, no nosotros. Su propia insignificancia es la que posibilita que no queramos perder el tiempo acudiendo con más frecuencia, y como se merecen, a los atestados juzgados locales.

Posdata
Leo que los 2.000 medios de comunicación norteamericanos agrupados en la New Media Aliance, se niegan a seguir haciendo el juego a Facebook y Google, los dos principales distribuidores de contenidos de noticias en línea, "hartos de entregar sus contenidos y jugar según sus reglas", por lo que han elevado una petición al Congreso de EEUU reclamando una nueva legislación. Los periódicos norteamericanos luchan por no desaparecer, víctimas de una legislación desfasada en tiempos de grandes cambios.
"El periódico de Melilla" desde el 21 de abril de 1985, MELILLA HOY, es ya parte, una parte muy importante e histórica de nuestra ciudad, permanentemente amenazada. En su ya larga existencia ha sufrido los ataques de diferentes estamentos políticos, nos han creado competencias que los melillenses ni necesitaban ni habían pedido, nos han intentado doblegar con boicots de todo tipo. Los hemos superado, pero la tarea de que siga existiendo MELILLA HOY -Melilla necesita al periódico, es imprescindible, me decía el otro día un buen amigo, buen político, un enamorado más de Melilla, un preocupado más por su futuro- depende en cierta medida de una buena y justa legislación pública, pero sobre todo depende de que los melillenses, los que viven en la ciudad y los que lo hacen fuera, como ocurriera ya a la hora de apoyar el nacimiento del periódico, participen en el fortalecimiento y la mayor difusión del periódico, en su independencia y en su deseado largo futuro. Por eso les digo que estamos trabajando, y pido su colaboración, para mejorar y poner en práctica fórmulas que ayuden a una mayor participación y compromiso con y en MELILLA HOY, para conseguir que los ciudadanos melillenses se sientan aún más parte de nuestro presente y nuestro futuro, que es y será también el de todos los melillenses.

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