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El rincón de El Mokhtari

El Terrorismo Yihadista

Que el lenguaje no sea Inocente es algo que cualquiera puede comprobar escuchando una declaración política. En cualquier conflicto la primera batalla, y quizá la más duradera, se desarrolla en el terreno del lenguaje; quien consiga imponer su terminología dará el primer golpe.
Ante el actual fenómeno del terrorismo yihadista lo antedicho se confirma como cierto. Quizá más cierto que nunca, puesto que una importante parte del fenómeno consiste en su estrategia comunicativa y de expansión mediática, que les obliga a construir un edificio narrativo sólido que envase los sangrientos hechos con los que asfaltan su utopía político-religiosa.

Cuando Federico Aznar señalaba la confusión entre fuerza y poder y apuntaba al efecto multiplicador producido por los medios de comunicación para concluir que los “atentados no son actividades aisladas sino que se hilvanan unos a otros y concurren sobre un discurso que dota de dirección y sentido a la violencia“,, daba justo en el centro de la diana. “La narrativa terrorista incorpora así” -escribía- “acción, mensaje y causa. Es su dimensión espiritual, la espina dorsal, el lugar de conjunción de elementos materiales e inmateriales“.

Cuando, con más frecuencia que acierto, vemos opiniones en los medios que primero condenan, por brutal e indiscriminado, un atentado y a continuación sostienen que el actual terrorismo yihadista es la respuesta a la injusta e incongruente política occidental en Oriente Medio durante el último siglo, vemos el profundo impacto que esa narrativa del terror ha ido consiguiendo: tomando una pequeña parte de la historia han creado una razón, un motivo, una causa, que muchos de entre nosotros aceptan y expanden cómodamente desde un estudio de televisión.

COMPRENDER LA HISTORIA Y LA CULTURA de la que emana este fenómeno es el primer paso para entender de qué estamos hablando. Entender la génesis, el desarrollo, la sectarización, la doctrina y los ritos del Islam es paso obligado para la comprensión del terrorismo yihadista.Hay que ir a sus propias fuentes.

Hemos de entender y ponerlo negro sobre blanco que árabe y musulmán no son términos sinónimos, como tampoco lo son yihadismo e islamismo. Delimitar exacta, correcta y justamente el contenido de los términos es una necesidad que nos ayudará a evitar una peligrosa extensión de un proceso victimizador asociado al color de la piel o a algún símbolo externo.

Atender, como ocurre con demasiada frecuencia, a la realidad del terrorismo yihadista desde el punto de vista propagandístico es una realidad que tenemos frente a nosotros, y que busca tejer una percepción concreta para fabricar un consentimiento mayoritario que busca reacciones concretas.

La adopción de una estrategia política a lomos de una clave religiosa sumado a una muy real ambición territorial es el arco de bóveda de esta nueva mutación del terrorismo yihadista.

La propagación del miedo ha sido y sigue siendo el objetivo del terrorismo: que todos sintamos que somos vulnerables, que nos puede tocar hoy. Y que ese miedo conduzca a un estrechamiento de nuestras libertades que, antes o después, en su proyección, pueda llegar a detonar el sistema. No nos dejemos engañar, ni el terrorista -de ningún tipo- es alguien que lucha por la libertad ni son la pobreza, la desigualdad o la injusticia los motores de su acción.

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