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CARTA DEL EDITOR

El conflicto del cordero

Salvo que surjan novedades que puedan incidir en peligro para la salud pública (que pudieran impedir cualquier tipo de acción contraria a la imprescindible defensa de ese tipo de salud y, además, de la legalidad vigente) tras muchos dimes y diretes, no sólo parece que, como siempre, los musulmanes melillenses podrán mantener su tradición de sacrificar y consumir un cordero en su festividad de primeros de septiembre, sino que también será posible que, tras cumplir ciertos requisitos burocráticos, los musulmanes melillenses puedan consumir corderos procedentes de la Península o del vecino Marruecos, según prefieran por razones de costumbre o de lo que sea

En una de las novelas de moda en este caluroso verano, La sustancia del mal, de Luca D'Andrea, aparece a menudo, como es habitual en los escritores italianos, la expresión "limbo burocrático" y la crítica a tal "limbo", en el que encallan una y otra vez los barcos de la acción y de las posibles soluciones a los problemas.

El limbo burocrático es uno de los mayores males, si no el mayor, de la Melilla actual. Es un limbo inevitable cuando en una sociedad, o en una ciudad, como es el caso de Melilla, todo o casi todo es público y la única manera de desencallar la sociedad encallada es iniciar un proceso de privatización de esa sociedad, un proceso que, aunque pueda parecer que no, va avanzando, afortunadamente.

Un ejemplo reciente de los efectos nocivos del limbo burocrático melillense es la absurda, y peligrosa, situación en la que nos encontramos estos días por el que podíamos describir como el conflicto del cordero. Ya el año pasado, por aquello de la fiebre aftosa, se produjo un conflicto que causó daños pero que, como ocurre con todos los conflictos, guerras mundiales incluidas, acabó por desaparecer con el transcurrir del tiempo. Este año ya no existe, según nos dicen, el peligro de la tal fiebre aftosa y, salvo que surjan novedades que puedan incidir en peligro para la salud pública (que pudieran impedir cualquier tipo de acción contraria a la imprescindible defensa de ese tipo de salud y, además, de la legalidad vigente) tras muchos dimes y diretes, no sólo parece que, como siempre, los musulmanes melillenses podrán mantener su tradición de sacrificar y consumir un cordero en su festividad de primeros de septiembre, sino que también será posible que, tras cumplir ciertos requisitos burocráticos -como el necesario de trasladar los corderos en determinadas condiciones, entre las que no se incluye el cordero copiloto o el ciclista con el cordero como acompañante- los musulmanes melillenses puedan consumir corderos procedentes de la Península o del vecino Marruecos, según prefieran por razones de costumbre o de lo que sea. Pero, para salir del habitual limbo burocrático, todavía falta, una vez que una Orden del Ministerio de Agricultura permite el paso de borregos a nuestra ciudad, que se determine si hay en Melilla, o no, "explotaciones ganaderas" que posibiliten el final del farragoso proceso.

Supongo, espero y deseo que se encontrará, de una maldita vez, una solución a ese problema y que este año la Fiesta del borrego sea una fiesta en paz. La composición de la población melillense es la que es, nos guste o nos disguste. La composición política local también es, como consecuencia de lo anterior, la que es: un PP que obtuvo doce de los 25 diputados en las últimas elecciones locales, y una CpM que consiguió siete. Ambos, como es lógico, aspiran a conseguir más diputados en las elecciones de 2019 y esgrimen, como también es lógico, razones, argumentos y expectativas poblacionales diversas y, a menudo, antagónicas. Además, es evidente que a CpM no le gusta lo más mínimo el actual delegado del Gobierno en nuestra ciudad, lo cual complica sobremanera, entre otras cosas, la solución a la "crisis del borrego" (véase, a título de ejemplo, lo que dice la carta que hoy publicamos del abogado de CpM, Iván Jiménez Aybar). Pero Melilla, en las actuales condiciones, no puede permitirse una crisis, un conflicto público más, por un tema cuya solución debería ser fácil con la buena voluntad de las partes implicadas y con la consciencia de que es muy peligroso jugar con fuego.

Sirva como ejemplo lo que está pasando en Cataluña y, como remedio, una extraordinaria "Carta al presidente del Gobierno" de Albert Boadella, publicada el pasado martes en el diario El Mundo. Hablaba del tancredismo de Mariano Rajoy, que "ha nacido con la flor en el culo", como lo demuestra su fortuna al perder las elecciones frente a Zapatero, y poder presentarse después como la única alternativa sensata ante la ruina inminente, o la aparición de un Fantomas con coleta para asustar a media España, hechos que han contribuido a su estatismo ante el problema de Cataluña y a aguantar "episodios de auténtica república bananera con ímpetus totalitarios… un escarnio constante a la soberanía nacional y al Estado de Derecho… una sedición sin respuesta". Boadella termina recomendando a Rajoy que tome "una decisión ejemplarizante para evitar convertirse en el Cameron del sur".

Quiero resaltar, con esa cita, que hay que tomar decisiones, que la suerte (la flor en el culo) siempre es bienvenida, pero termina por ser insuficiente si el estatismo, el inmovilismo más o menos disfrazado, se eterniza. Mariano Rajoy, en el caso del separatismo catalán, parece que, por fin, se mueve. Juan José Imbroda, presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla y senador, debe intervenir, con sus contactos nacionales, para solucionar el aparentemente inocuo -pero realmente peligroso- tema de la crisis del borrego. Y debe saber que está apoyado para hacerlo (como lo está para ayudar a que Melilla, y Ceuta, entren en la Unión Aduanera Europea, un asunto crucial para la modernización y el desarrollo de Melilla y su entorno).

Posdata. Recibí una carta privada que comenzaba con un "Conocido Enrique". Como me la envía una persona a la que elogié en una Carta del Editor anterior, le contesto, sucintamente, aquí. "Desconocido José María: creí conocerte, y por eso te elogié. Ahora que, tras tu carta, te conozco mejor, retiro todos los elogios. Ni sabes dónde he vivido, ni cuales han sido y son mis aspiraciones, ni tu fuiste un buen profesor para mi, ni yo un buen alumno para tí, ni he pretendido jamás hacerte daño, ni estoy intranquilo por tu carta. En lo único que estoy de acuerdo de tu carta es en que "nuestros quehaceres han sido distintos y sin posible equiparación ciudadana y moral". Desde luego, lo han sido, pero en el sentido clara, rotunda y completamente opuesto al que tu crees. Mi saludo".

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