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CARTA DEL EDITOR

Hay una España, y una Melilla, vital y otra oficial

Enrique Bohórquez

La frase de Ortega explica lo que está pasando en Cataluña y es también perfectamente aplicable a Melilla. Hay una Melilla burocrática, orweliana, inmensa, que bloquea y enmaraña casi todo, que convierte en imposible lo deseable, en complicado lo sencillo, en peligroso lo inocuo, que invierte demasiado dinero en intentar disimular las diferencias, en vez de emplearlo en tratar de disminuirlas

"El limbo burocrático es uno de los mayores males, si no el mayor, de la Melilla actual. Es un limbo inevitable cuando en una sociedad, o en una ciudad, como es el caso de Melilla, todo o casi todo es público y la única manera de desencallar la sociedad encallada es iniciar un proceso de privatización de esa sociedad, un proceso que, aunque pueda parecer que no, va avanzando, afortunadamente. Sin embargo, un ejemplo reciente de los efectos nocivos del limbo burocrático melillense es la absurda, y peligrosa, situación en la que nos encontramos estos días por el que podíamos describir como el conflicto del cordero".

La frase anterior la escribí en mi Carta del Editor de la semana pasada. Ahora la repito y, mucho me temo, habré de repetirla muchas veces más antes de que se consiga que Melilla salga del limbo burocrático en el que se encuentra inmersa y del que el "conflicto del cordero" no deja de ser una muestra más, como se puede comprobar tras los últimos escritos, las caravanas de coches, las manifestaciones de personas, etc, que durante estos últimos días se han producido en nuestra atribulada ciudad y que en el fondo, aunque pueda parecer mentira, son el producto de un conflicto burocrático originado por personas poco hábiles (vamos a calificarlo así, para ser benévolos) que se han metido en un lío burocrático del que les resulta imposible salir con bien y cuyo daño colateral -potencialmente inmenso- lo vamos a padecer todos los melillenses.
¿Puede usted ser más claro y explicarse mejor? Esa es la pregunta que me van a hacer a partir de mañana. Puedo, pero, por ahora, no debo. Es difícil explicar cómo una cuestión menor -el paso de los corderos marroquíes no aftósicos por la frontera de Melilla en furgonetas sometidas al control sanitario español, a diferencia de lo que había venido ocurriendo y se había venido permitiendo durante tantos años antes- se puede haber convertido en un problema mayor, de crisis intercultural melillense. Hace falta ser muy torpe y haberse enredado mucho en el limbo burocrático -derivado, quizás, de los demonios personales irresolutos- para lograr llevar a nuestra ciudad a una situación tan peligrosa…y tan manifiestamente evitable.

Decía Ortega y Gasset, que hay una España vital y otra oficial. Una, la oficial, bloquea. Otra, la vital, emprende. La España oficial -añade un comentario del diario El Mundo del miércoles a propósito de las autonomías- "entre obligada y entusiasta, diseñó en la Transición el Estado de las Autonomías, pero dedicó después demasiado tiempo a sembrar y promocionar identidades, invirtiendo mucho dinero en promocionar las diferencias". La frase de Ortega explica lo que está pasando en Cataluña y es también perfectamente aplicable a Melilla. Hay una Melilla burocrática, orweliana, inmensa, que bloquea y enmaraña casi todo, que convierte en imposible lo deseable, en complicado lo sencillo, en peligroso lo inocuo, que invierte demasiado dinero en intentar disimular las diferencias, en vez de emplearlo en tratar de disminuirlas. El resultado es el que estamos viendo y padeciendo. Las perspectivas de futuro son, si no se cambia pronto y mucho, las que estamos previendo, son muy malas.

En este ámbito es en el que debemos asumir, y en nuestro caso asumimos, lo del denominado Cuarto Poder, un concepto que proviene del año 1789, cuando el rey francés Luis XVI convocó una reunión plenaria de los Estados Generales. El primer estado lo formaban 300 nobles, el segundo 300 clérigos y el tercero 300 plebeyos. Un año más tarde, tras la Revolución Francesa, el británico Edmund Burke levantó la mirada hacia la galería de la prensa de la Cámara de los Comunes y comentó: Ahí se sienta el Cuarto Poder, y sus miembros son más importantes que todos los demás. No se trata de ser más, o menos, importante que nadie. Se trata de asumir que el poder y la libertad de la prensa son imprescindibles para el equilibrio y el mantenimiento del sistema democrático. En el caso de Melilla se trata de insistir, e insistir y volver a insistir en que nuestra ciudad tiene que dejar de ser una sociedad más parecida a la lamentable bolivariana del peligroso zoquete y dictador Maduro -todo es público, incluido el pensamiento de los antaño ciudadanos y ahora súbditos, todo lo decide la burocracia, todo es miseria- que a una sociedad libre y abierta como, por ejemplo, la de la ciudad estado de Singapur, ahora a la cabeza del desarrollo económico y educacional del mundo.

También he de decir que, afortunadamente, hay cosas que ya están cambiando en Melilla. Como empezó defendiendo la sociedad privada para el desarrollo de Melilla (SODEMEL), ya ha cuajado la idea de que Melilla ha de pedir su ingreso en la Unión Aduanera Europea, la zona única de comercio por la que circulan libremente todas las mercancías, tanto las producidas en la Unión Europea como las importadas. El mismo presidente de nuestra Ciudad, Juan José Imbroda, me comentaba su apoyo a la petición de ingreso de Melilla -y Ceuta- en la Unión Europea y lo definía como un factor esencial de la deseada "europeización" de nuestra ciudad. Incluso, es una gran noticia, la Asamblea de Ceuta acaba de acordar, por unanimidad, instar al Gobierno Central a "seguir impulsando" las medidas acordadas en 2011 en la Comisión Congreso-Senado para Ceuta y Melilla: su integración en el Comité de las Regiones de la Unión Europea (350 miembros, 21 de ellos españoles, provenientes de los 28 países de la UE) y en la Unión Aduanera.

Otro cambio importante, aunque menos visible, es el que anunciaba el nuevo director provincial del INSS, José Luis Vereda, consistente en la puesta en marcha -obligada pero inexistente en Melilla desde hace muchos años- de una Comisión Provincial de Incapacidad Laboral, con la asistencia y presidencia del propio Vereda y del director de Ingesa en nuestra ciudad, Francisco Robles, además de técnicos y médicos del INSS y de Sanidad. El loable objetivo es "que los recursos lleguen verdaderamente a quienes tienen que llegar", como decía Vereda en sus declaraciones para este periódico. Si hubiera funcionado, como es preceptivo, esa Comisión de Incapacidad Laboral, episodios como los protagonizados por el médico evaluador -nunca evaluado- Joaquín Martínez no se habrían podido producir.

Posdata: Sigo sin noticias, no de Gurb (como el título de una de las novelas de Eduardo Mendoza), sino de los autores e instigadores de la quema por encargo de mi coche en la puerta de mi casa. Sigo constatando, también, el daño inmenso que ha infringido a Melilla y a muchos melillenses el mal uso que se hizo de la UCO. Es viernes noche cuando termino esta Carta, y no sé si podré llegar a la cita que tengo en el centro de la ciudad, ahora mismo colapsado por una manifestación.

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