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El rincón de Aranda

El tremolar de nuestra bandera en Puerto Rico

A finales del siglo XIX un oficial de un barco mercante español, desarmado, atacado por la marina norteamericana durante la guerra de 1898, se lanzó al mar portando la bandera de su buque, para no rendirla a los yanquis. Nadando con ella llegó a la playa donde fue socorrido por otro español, catalán para más señas; al que se la entregó con la advertencia de que la escondiera para que no la cogieran los gringos.
Este catalán, se la dió a unas monjitas del Convento de las Siervas de María, de la Casa de Salud, del antiguo Hospital de la Concepción, en la Bahía de la ciudad de Ponce, en Puerto Rico. En la actualidad, la Superiora, Sor Prudencia, española, que lleva más de 40 años en esa comunidad, dice que desde hace más de un siglo, apenas se avista en el horizonte un barco con bandera española, una de las monjas sale a la terraza del hospital y hace tremolar la bandera durante un buen rato, para saludar a los compatriotas que navegan en nuestros buques. Yo creo que la imagen debe ser emocionante: ver a una monja en lo alto de una terraza hospitalaria, ondeando una gran bandera como saludo a unos compatriotas.
Créanme que apenas recibí por WhatsApp la noticia, recordé a nuestros Héroes y Mártires que se encuentran en La Purísima, a los que cada año, en fechas señaladas, se le rinden sus merecidos honores patrios.
Aunque claro, y discúlpenme si persisto en que nuestro Cementerio debiera ser denominado: «Cementerio Nacional de Héroes de España». Y lo digo porque si Sor Prudencia, una religiosa española, desde una ciudad de Puerto Rico, cada vez que uno de nuestros barcos se acerca a la bahía de Ponce, hace ondear con patriotismo nuestra Bandera, se te enciende la llama de españolidad. Y en nuestra ciudad, si las autoridades militares y civiles, decidieran de una vez por todas, que ese santo lugar se denominase como tantas veces he repetido, hasta la saciedad: «CEMENTERIO NACIONAL DE HÉROES DE ESPAÑA», -con mayúsculas-, creo que se haría la justicia tan merecida hacia nuestros Héroes y Mártires. Pero claro está, sin olvidar el papel de la Armada, la que de vez en cuando, «arreando estopa», desde sus cañones, debiera rendir sus honores desde un buque de guerra cercano al Cementerio; porque marinos que dieron sus vidas por nuestra ciudad, también los hay enterrados, y publicados sus nombres en estas mismas páginas.
Yo tengo la esperanza de que algún día, no muy lejano, podamos ver lo que reclamo, cual «mosca cojonera», desde hace años. La esperanza la tengo en la llamada «Piedra de Monte Arruit», que ya está depositada en el lugar que humildemente yo indicaba con tanta insistencia, desde hacía cinco años, como es en el Panteón de Héroes.
Alguien debiera tomar buena nota sobre la actitud patriótica de estas monjas de Puerto Rico. Yo ya la he tomado, y en lo que acaban de leer lo tienen como humilde muestra.

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Juan J. Aranda

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