Sucesos como los acaecidos el pasado jueves tienen un gran impacto sobre todos aquellos que los experimentan en primera persona, si bien las consecuencias psicológicas también se manifiestan en los familiares tanto de las víctimas mortales como de los supervivientes. De entre estas consecuencias psicológicas que afectan a los familiares destacan los problemas de angustia y depresión, así como otros síntomas propios del trastorno de estrés postraumático, que suelen girar en torno a sentimientos de miedo y culpa. Queda fuera de toda duda que sucesos como los de Barcelona y Cambrils tienen un gran impacto sobre todos aquellos que experimentan el evento en primera persona, sean o no víctimas directas.
En situaciones traumáticas de este tipo, las víctimas y los testigos han de confrontar, en apenas unos pocos segundos, el derrumbe de todas sus preconcepciones acerca de la seguridad del mundo que les rodea. Las personas tendemos a construir una realidad que nos permite anticipar lo que es posible y lo que no; dicha “construcción” nos ayuda a sentirnos seguros, suspendiendo, hasta cierto punto, nuestros “sistemas de alarma” y permitiéndonos vivir y relacionarnos en condiciones de baja ansiedad, pero imaginemos un escenario como el del jueves: vacaciones en un país seguro, en una ciudad segura, rodeados de bullicio y policía en las calles… verse empujado repentinamente en medio de un campo de batalla, perdido en un caos de heridos, resultaría tan inverosímil e impactante como ver abrirse las aguas ante nosotros.
Los familiares
Mucho se ha trabajado sobre el trastorno de estrés postraumático (TEPT) en supervivientes de atentados, pero un aspecto que resulta tremendamente importante y que quizás no recibe la atención suficiente es el efecto que estas situaciones pueden tener sobre los familiares de los supervivientes que, a pesar de no haber tenido que lamentar la muerte de sus seres queridos ni encontrarse presencialmente en el lugar de los sucesos, también se ven gravemente afectados.
Es importante recordar que los efectos nocivos de los atentados terroristas van mucho más allá de los recuentos de víctimas y heridos, generando un trauma en la sociedad que se expresa también a través de los familiares de los supervivientes, como demuestran los Investigadores del Centro Noruego de Estudios sobre la Violencia y el Estrés Traumático, en Oslo, que, a raíz de la masacre en la isla de Utøya (2011), decidieron indagar en este tema de tan rabiosa actualidad.
Pero, ¿Qué atormenta a los padres de las víctimas que han sobrevivido? La psiquiatra infantil Grete Dyb y la psicóloga Siri Thorensen descubrieron que casi todos los progenitores de los supervivientes de Utøya presentaban síntomas de estrés; los problemas de angustia y depresión se habían triplicado y otros síntomas como las pesadillas, los recuerdos perturbadores o la evitación de situaciones que recordasen la experiencia vivida, llegaron a quintuplicarse. Otro de los hallazgos más sorprendentes estaba relacionado con la culpabilidad. Estos sentimientos de culpa contienen un componente importante de “autocondena” moral, que muy pocas veces está justificada. Algunos expertos interpretan estos sentimientos como un intento desesperado de mantener un sistema de valores “en un mundo inseguro y amenazante”.
Como podemos ver, los efectos del trauma psicológico son insidiosos y calan muy hondo en la sociedad.
A la luz de estos resultados, los investigadores aconsejan a los psicólogos y psiquiatras que, aunque en un primer momento pueda parecer fuera de lugar, pregunten siempre por los sentimientos de culpa tanto a los afectados directos como a sus progenitores y familiares cercanos.
