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Estrategias para prevenir el Alzheimer

Los avances científicos han demostrado que existen diversas medidas que podemos tomar para prevenir, retrasar o mitigar los síntomas asociados al Alzheimer.
La mayoría de estas medidas están vinculadas a la idea de “reserva cognitiva”, que ayudaría a nuestro cerebro a “defenderse” de los daños provocados por la enfermedad. El Alzheimer, esa archiconocida y ampliamente temida enfermedad que afecta a la mente de nuestros mayores actuando, como diría John Bailey, “como una niebla insidiosa, apenas perceptible hasta que todo lo que tienes a tu alrededor desaparece por completo” es también, pese a suponer en torno al 65% de las demencias, un misterio que resulta cada vez más accesible al conocimiento científico.
Si bien la mayoría de nosotros asociamos esta enfermedadúnicamente con las personas mayores, se ha demostrado, para nuestra congoja, que su inicio se produce en la adultez temprana y que es ahí donde comienza un larguísimo periodo (30-40 años, según investigaciones de la Universidad Johann Wolfgang Goethe, Frankfurt) en el que no se producen síntomas de ningún tipo. Esta fase “asintomática”, va seguida de una fase inicial caracterizada por síntomas sutiles, “insidiosos” pero leves, pequeños olvidos que muchas veces pasamos por alto al considerarlos meros “despistes” o “achaques” como el insomnio. Una vez que los síntomas se vuelven más intensos, nos encontramos, como si la aparición de la enfermedad hubiera sido cosa de unos pocos días, bajo el insoportable peso del diagnóstico médico: “Su padre, madre, hermano (o, quizás, usted mismo) sufre Alzheimer”. Indefensos, asustados y abrumados, recurriremos ineludiblemente al drama de las palabras más terribles: “Incurable”, “degenerativo” o “mortal”.
Pero, antes de este shock, que suele inducirnos a pensar que “ya es demasiado tarde para hacer nada” (por cierto, falso, con trabajo y constancia siempre se puede amortiguar el deterioro en pro de una mejor calidad de vida), hemos de recordar que ha habido hasta 40 años en los que ya éramos enfermos sin saberlo. ¿Qué quiere decir esto? Pues que, si no hemos aprovechado ese tiempo para mantener nuestras capacidades, se han tirado por el retrete 40 años de tratamiento…
Esto último puede no tener sentido: ¿Cómo voy a tratarme para una enfermedad que ni siquiera sé si voy a tener? Pues fácil; Este tratamiento preventivo no es farmacológico, no depende de una intervención médica, sino que está relacionado con nuestro estilo de vida. La investigación reciente ha aportado numerosas claves para mantener joven nuestro cerebro, haciéndolo más resistente a la demencia. Para entender cómo es posible que los hábitos de vida adecuados puedan ser parte de un tratamiento preventivo de Alzheimer, hemos de abordar muy por encima el concepto de “reserva cognitiva”.
El cerebro es un órgano fascinante, extremadamente complejo y adaptativo. Todo lo que vivimos a lo largo de nuestra vida, todo lo que pensamos y hacemos, deja su huella en él, aumentando la densidad de las conexiones entre sus diferentes partes. Como podríamos esperar, semejante maravilla de la naturaleza no queda como mero espectador ante el ataque de la demencia, sino que se “defiende” tirando de lo que llamamos “reserva cognitiva”. La “reserva cognitiva” es un cambio en la estructura del cerebro y su manera de procesar la información, que surge por llevar a cabo, durante la vida, multitud de actividades enriquecedoras para nuestro “mundo cognitivo”. De entre dichas actividades, aprender un nuevo idioma (el bilingüismo parece retrasar hasta 4 años la aparición de la demencia), cursar estudios formales, aprender nuevas tareas, cuidar las amistades y las relaciones sociales, probar nuevas experiencias o practicar deporte, no sólo retrasan la aparición de los síntomas, sino que, una vez que aparecen, se suceden de una manera menos perjudicial para la calidad de vida del paciente.
En definitiva, al resultar imposible determinar si somos o no futuras presas de tan cruel enfermedad, los investigadores recomiendan vivir, aprender, experimentar, tener contacto social y estar siempre activos. Construir esa “reserva cognitiva” que, en el caso de vernos alcanzados por la enfermedad, servirá de defensa para nuestras capacidades y nuestra calidad de vida, supone una responsabilidad tanto para con nosotros mismos como para con las personas que nos quieren y que, muchas veces, se llevan la peor parte de la enfermedad de Alzheimer.

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Fernando Lamas Moreno

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