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Carta del Editor

La inacción está matando Melilla

Más de dos mandatos, ocho años, significa, en muchos casos, que un dirigente político va a ser ya incapaz de cambiar, de hacer lo que en esos ocho años no haya hecho. ¿Quiero decir que Juan José Imbroda no debería ser de nuevo candidato a la presidencia de la CAM en las elecciones locales de 2019? Sí, exactamente eso es lo que quiero decir.
Leon Tolstoi, un ídolo para los rusos de su tiempo, tomó en su vejez una decisión que nunca se había atrevido a tomar: cambió su testamento y decidió dejar el beneficio de todo lo que escribió a la Humanidad. "El no hacer frente a la realidad implica cobardía" dijo, y añadió "sólo hay una cosa que cansa a los hombres: la vacilación, la incertidumbre; cualquier acción, incluso la peor, resulta mejor que la inacción".

La inacción está matando Melilla. El "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy" es uno de los refranes más conocidos en España y, al mismo tiempo, de los menos atendidos y puestos en práctica en nuestro país y muy especialmente en nuestra ciudad. Aquí no es que se dejen las cosas que hay que hacer para mañana, es que se dejan sin hacer por toda la eternidad, especialmente si son cosas importantes que, por su propia naturaleza, no son fáciles de resolver y cuya solución implica trabajo y cierto riesgo. Como, por ejemplo, tomar la decisión de empezar a preparar y negociar el ingreso de Melilla en la Unión Aduanera Europea, que es lo que ya ha hecho la Asamblea de Ceuta y lo que necesita angustiosamente Melilla para empezar a intentar ser más Europa, salir del aislamiento y del fatal atraso económico en el que nos encontramos.

Me hablan de razones políticas para dilatar la decisión de iniciar la que, sin duda, será una muy larga marcha hasta la integración de Melilla en la Unión Aduanera. Me parece una broma pesada. Creo que, una vez más, se está tratando a los ciudadanos como súbditos de un entramado que se ha hecho con el poder político-administrativo (sobre todo administrativo) en nuestra ciudad y que, como escribió en su único libro (El gatopardo) Giuseppe Tomasi di Lampedusa, acepta los cambios inevitables (estructura de la población melillense, por ejemplo) "para que todo siga igual", aunque en nuestro caso el resultado es que todo sigue cada vez peor.

Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, que anda más bien en el fracaso y la irrelevancia -dadas las expectativas que concitó- que en el éxito y la notoriedad, ha tenido estos días, quizás para variar, una discutible pero buena idea y ha tomado una buena decisión: pedir la limitación de mandatos a los gobernantes, algo que existe ya en muchos países de larga y consolidada situación democrática. Más de dos mandatos, ocho años, significa, en muchos casos, que un dirigente político va a ser ya incapaz de cambiar, de hacer lo que en esos ocho años no haya hecho. Prohibir mandatos de más de ocho años es una medida en general conveniente, de higiene democrática, de respeto a los ciudadanos. Puede ser una pena, por ejemplo, que Mariano Rajoy no pudiera volver a presentarse (aunque ahora sí podría, porque ninguna ley se puede aplicar con efectos retroactivos) como presidente, dado lo que hay en la cúspide de los demás partidos políticos, pero es obligación del PP -que sigue siendo, en el peor de los casos, el menos malo de los partidos actualmente existentes- buscar ya, ahora, entre sus miembros a alguien que pueda sustituir con éxito al actual presidente. Porque buenos candidatos "haberlos haylos", como diría don Mariano. Y lo mismo digo de los demás tipos de presidentes, autonómicos incluidos.
¿Quiero decir que Juan José Imbroda no debería ser de nuevo candidato a la presidencia de la CAM en las elecciones locales de 2019? Sí, exactamente eso es lo que quiero decir. Por las mismas razones que mencionaba en el caso del presidente del Gobierno y con similares comentarios, con la diferencia respecto a Rajoy de que éste es presidente desde hace menos de ocho años (desde el 13 de diciembre de 2011) e Imbroda lo es desde hace más de diecisiete, concretamente desde julio del año 2000 (en mayo de 2019 cumpliría diecinueve años como tal presidente).

España tiene un panorama político muy, muy complicado. España necesita modernizarse, liberar su economía del insoportable gasto público, definir un proyecto atractivo de país que mitigue/elimine los separatismos, la violencia terrorista, el desastre judicial, la situación de las autonomías. España, unida, necesita cambiar, empezando por muchos de sus actuales dirigentes políticos, empezando por los populistas y los antisistemas (todos los antis, en general). Rajoy puede esgrimir, con razón, que el gobierno del PP, dirigido por él, ha mejorado mucho España tras el desastre del PSOE de Zapatero, pero se puede argumentar también que hay muchas cicatrices, mucha corrupción sin aclarar, muy poca reforma de la administración pública, mucha lentitud en la toma de decisiones, mucho desgaste, mucha necesidad de cambio, en concreto. Y Mariano Rajoy no es, evidentemente, el cambio.

Melilla tiene un panorama político -y social- aún más complicado que el del resto de España. Imbroda puede esgrimir, con razón, que acabó con la inestabilidad política (no sólo él, pero acabó). Puede considerar acertadamente que, en general y con respecto a sus antecesores próximos y sus competidores coetáneos, ha tenido más aciertos que errores. Puede recurrir a más argumentos…excepto el de que va a liderar, tras diecinueve años de presidencia, el cambio profundo que nuestra ciudad precisa para sobrevivir, o el argumento de que no se va, aunque quiera, porque no hay nadie que pueda sustituirle. Sí lo hay, y no debe ser alguien que no haga creíble el imprescindible cambio.

Posdata. He visto a Isabel Quesada por la calle. Es una extraordinaria persona y está muy guapa. Le deseo lo mejor.

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