La celebración del Día de Melilla en conmemoración de la anexión del territorio a la Corona de Castilla, iba consiguiendo en su interpretación institucional unos tintes reivindicativos impensables hacía apenas unos años. La exaltación de la españolidad de la ciudad, aunque presente, estaba dejando hueco a la exigencia de un estatuto de autonomía que, como señaló el entonces alcalde, Ignacio Velázquez, en su discurso oficial, era la respuesta que debía dar el Gobierno del país ante las incertidumbres que, sobre el futuro político de esta tierra, había sembrado el Tratado Hispano-Marroquí de mistad, Buena Vecindad y Cooperación. El colectivo ecologista Guelaya anunciaba que impediría por medios legales que la nueva planta incineradora se construyera. La celebración del Día de Melilla en conmemoración de la anexión del territorio a la Corona de Castilla, iba consiguiendo en su interpretación institucional unos tintes reivindicativos impensables hacía apenas unos años. La exaltación de la españolidad de la ciudad, aunque presente, estaba dejando hueco a la exigencia de un estatuto de autonomía que, como señaló el entonces alcalde, Ignacio Velázquez, en su discurso oficial, era la respuesta que debía dar el Gobierno del país ante las incertidumbres que, sobre el futuro político de esta tierra, había sembrado el Tratado Hispano-Marroquí de mistad, Buena Vecindad y Cooperación. El colectivo ecologista Guelaya anunciaba que impediría por medios legales que la nueva planta incineradora se construyera.
