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Niños tiranos

Parece que la palabra autoridad o da miedo o se cree pasada de moda. Ahora se lleva el envío de cartas que van y vienen, como aquellas palomas que bajaban a las Ramblas y que cantaba Rosa León. En Santander, la psicóloga Aurora Gil en las jornadas previas al Congreso de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) ha recomendado que "los padres deben ejercer y recuperar su espacio de autoridad y poder, que no de autoritarismo, y dejar de pretender caerles bien a sus hijos; tienen que poner límites", para evitar el cada vez más frecuente caso de los "niños tiranos".
La consecuencia de esta falta de límites y del mal de la sobreprotección, factores que están tan presentes en la sociedad actual, es un problema de conducta en algunos menores a los que se denominan "niños tiranos". No solo acarrean citas en el psicólogo sino llegan a los tribunales, ya que derivan en agresiones a los progenitores que se han incrementado de forma notoria en los últimos años. ¿Cree que permitirles todo a sus hijos es quererles más? Pienso que así el ser humano se involucra menos y restamos quebraderos de cabeza o tal vez no se tenga la capacidad de hacerse con la situación. Regalos casi continuos, caprichos o el abuso de la comida rápida son otros signos de alarma que denotan que algo pasa en unas relaciones domesticas no demasiado saludables que siempre tienen consecuencias. Por eso Aurora Gil dice que "debemos entender que la familia no es un sistema democrático sino jerárquico, en el que los padres imponen sus normas, en lugar de pretender ser amigos de los hijos".

En esa "amistad" que supone cambio de papeles en la relación incluimos el ir a locales con los más jóvenes o vestir más parecidos a ellos sin caer en la cuenta las hojas del calendario. Una desubicación que en nada acerca y que con el paso de los años ciertamente pasa factura. ¿Es lo mismo niños tiranos y niños mimados o consentidos?. Para la psicóloga cántabra, no. Entre los rasgos de los primeros encontramos ausencia de sensibilidad ante el dolor ajeno o de sentimientos de culpa y remordimiento, la incapacidad para comprender los sentimientos de otros, el hecho de sentirse a menudo enfadados, tristes y ansiosos y la baja autoestima y tolerancia a la frustración.

Los más pequeños se dan cuenta del peso que en la sociedad tienen por una parte porque los matrimonios y parejas cada vez los tienen más mayores y por otro por un sentimiento de culpa de no poderles dedicar todo el tiempo que merecen debido a las largas horas dedicadas a trabajar o por no convivencia por divorcios o separaciones. Y como decía la periodista norteamericana, Abigail Van Buren, "si usted quiere que sus hijos tengan los pies en la tierra, colóqueles alguna responsabilidad sobre sus hombros".

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