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Observaciones al trabajo ‘La seguridad de Melilla’ del doctor Jesús García Ayala

Recientemente ha sido publicado por la Ciudad Autónoma de Melilla el libro del doctor Jesús A. García Ayala, ‘La seguridad de Melilla’, un trabajo que pretende arrojar algo de luz sobre uno de los desafíos más importantes que afronta Melilla en la actualidad y en los años venideros en vista de la precaria situación de estabilidad existente en la zona del Mediterráneo y el Magreb. Si bien la aparición de un trabajo de investigación siempre es bienvenido, en particular si trata asuntos relevantes como éste, el de la seguridad en Melilla y las relaciones con Marruecos, no es menos cierto que también suele ser habitual en los últimos años ver la edición de investigaciones que parten de premisas ancladas en ciertos discursos políticos muy en boga, en concreto aquellos que hacen referencia a las relaciones con el vecino del sur, siempre polémicas.
En el caso que nos ocupa, parece que el abuso de la estadística descriptiva por parte del autor intentaría, en principio, y siempre al margen de las cuestiones puramente metodológicas, como la aludida objetividad, alejar el trabajo de esos discursos políticos que, entre otras cosas, no hacen más que encorsetar la labor del investigador, por un lado, y por otro, condicionar las conclusiones de las investigaciones que se llevan a cabo. Pese a ello, lo cierto es que esas estadísticas están elaboradas por la administración y ésta está controlada por el poder político en primera instancia, con lo cual, en mi opinión, no deberíamos echar las campanas al vuelo en torno a la objetividad, no de unos datos estadísticos, que pueden ser perfectamente válidos, sino de las pretensiones o intenciones de la administración al elaborarlos en primer lugar y a su utilización posterior para anclar discursos políticos. Pongamos un ejemplo, el del IPSI, ampliamente tratado en el trabajo de Ayala. Una cosa son los datos de recaudación y otra cosa distinta es su utilización para justificar la existencia de un determinado sistema productivo y comercial en la ciudad. Así, el sistema sería bueno porque se recaudan varios millones de euros, y por tanto quedaría justificado dicho sistema de comercio transfronterizo entre Melilla y Marruecos por parte de la administración y el gobierno de turno pues genera riqueza para la ciudad al margen de las externalidades negativas que también supone. Entre ellas destacan la vulnerabilidad de la seguridad local y la de los melillenses. Por ejemplo, el riesgo más evidente es la posibilidad de que se produzca un atentado terrorista, islamista o no. En cuanto a la amenaza a la seguridad, es evidente, el terrorismo y otras acciones delictivas, y el marco condicionante el actual régimen fronterizo, poroso en exceso y que permite a cualquier potencial terrorista o delincuente empadronado en Nador cruzar a la ciudad sin visado. ¿Qué es más importante en este caso, la seguridad de los melillenses o la recaudación de varios millones de euros en concepto de IPSI?
La utilización de la estadística descriptiva puede ser eficaz en un trabajo de investigación, sin embargo, el abuso de ella presenta algunos inconvenientes que siempre es bueno determinar y además, no creo que sea más objetiva una investigación realizada con datos estadísticos que con una metodología cualitativa, muy rica en el ámbito de las ciencias sociales. En primer lugar, considero que los estudios estadísticos nos aportan una información superficial de los hechos objeto de estudio. Nos ayudan a describir los hechos pero poco más. En el fondo es información pero no conocimiento. Un segundo problema es el desfase de dichos datos, que pueden cambiar rápidamente en poco tiempo en función de determinadas circunstancias. Por tanto, las conclusiones que eran válidas hace cinco años podrían no serlas en la actualidad. Y por último, entiendo que hay cuestiones que no pueden ser estudiadas con datos estadísticos, siendo éste el elemento esencial que nos lleva a la consideración de la metodología cualitativa para analizar determinados aspectos. Aquí es donde encuentro alguna incongruencia en ciertas conclusiones del autor en su investigación que me gustaría comentar.

Comenzando por lo básico, es decir, la defensa de Melilla, Ceuta y resto de posesiones españolas en el norte de África, afirma que ‘la discrepancia sobre su soberanía es en principio inamovible, permanente y estratégica para ambos países’, España y Marruecos. Bien, es cierto, pero eso no es lo relevante en esta cuestión. Esto son fuegos de artificio para no analizar lo realmente importante, a saber, que la posición española es acorde con el derecho internacional y la marroquí no, carece de títulos jurídicos defendibles en ese ámbito. Esto es un elemento de seguridad frente a la inseguridad que genera el resto de consideraciones. Este aspecto es aplicable también al conflicto del Sahara Occidental por cierto, también tratado en el trabajo. La posición del Frente Polisario es acorde a derecho internacional y la marroquí no. Por eso Marruecos no puede lograr apoyo internacional a su pretensión, por mucho que alargue su presencia en los territorios ocupados. En el fondo el planteamiento del Frente Polisario y de los gobiernos de España es el mismo, para el Sahara y para Ceuta y Melilla, es acorde a derecho internacional. ¿Por qué iba a ser válida la posición española en las dos ciudades y no la del Frente Polisario en su territorio? Las dos son aceptables.

Afirma el autor en una de sus conclusiones sobre el Sahara Occidental que ‘las amenazas potenciales contra Melilla provenientes de Marruecos a corto y medio plazo se encuentran neutralizadas mientras dicho país siga precisando de la conformidad de España, en tanto antigua potencia administradora, a la solución de este diferendo’. ¿En serio? ¿Marruecos necesita la conformidad de España en la solución del diferendo? ¿Desde cuándo? España tiene estatuto de potencia administradora, es cierto, aunque es irrelevante en la medida en que gran parte de los territorios saharianos están ocupados militarmente por Marruecos. Por cierto este dato es esencial, la ocupación militar. Si no hubiera contingentes militares en el Sahara Occidental éste habría vuelto a manos del Frente Polisario hace mucho tiempo. Lo cierto es que la posición de España es irrelevante. La negociación en la ONU es entre Marruecos y el Frente Polisario. Vuelvo al primer planteamiento, la descolonización del Sahara es una cuestión de derecho internacional y no de que España de una conformidad que, por otra parte, a Marruecos le importa bien poco y tampoco exigen las resoluciones de la ONU sobre el tema.

Dice el autor que ‘una vez que se haya alcanzado un acuerdo sobre este contencioso, la amenaza de Marruecos contra Melilla es de pronosticar que se reactivaría’. De las palabras del autor concluyo que es indiferente el tipo de acuerdo para reactivar esa amenaza, bien a favor de Marruecos o desfavorable para sus intereses con lo cual intuyo que en el fondo es indiferente lo que suceda en el Sahara, Marruecos siempre amenazará a las dos ciudades. Y si es así, lo es porque siempre ha existido la amenaza y ha existido porque siempre se ha reivindicado la soberanía de Melilla y Ceuta. En cualquier caso, la pretensión marroquí es ilegal desde el punto de vista jurídico internacional con lo cual tan solo le quedaría el recurso de la fuerza armada. Volvamos a las comparaciones entre Melilla, Ceuta y el Sahara Occidental. En el primer caso Marruecos nunca ha utilizado la fuerza y en el segundo sí, pero hay una diferencia. En el Sahara Occidental utilizó la fuerza porque sabía que la voluntad de España era la de salir del territorio. Si no hubiera sido así, Marruecos nunca habría entrado en guerra contra España, como bien explicó más tarde Hassan II, en 1976. En el caso de Melilla y Ceuta, lo único que ha parado la pretensión marroquí de usar la fuerza ha sido la contundente respuesta española de no querer irse de las ciudades. Y ahí sí entra en juego la disuasión militar que España ha ejercido siempre. La amenaza se puede por tanto neutralizar. Además, en el caso del Sahara Occidental, Marruecos contó con el apoyo de Francia, la indiferencia del resto del mundo y la neutralidad activa de Estados Unidos. Y aún así, en trece años de guerra con el Frente Polisario, tuvo varios miles de bajas militares. En el caso de Melilla y Ceuta, como quedó claro con el reciente conflicto del Perejil, los apoyos serían más taimados. Entonces hubo una neutralidad pasiva de Estados unidos con labor mediadora, apoyo de organismos internacionales hacia España y petición de moderación a las partes por parte de Francia, con excepción de la postura de su presidente, proclive al reino alauita, como así confirmó en sus memorias el entonces presidente español, José María Aznar.

Otra cuestión; afirma el autor en torno al apoyo o rechazo del supuesto conflicto entre España y Marruecos por las poblaciones nacionales y locales respectivas que ‘tras una primera etapa de apoyo… cierto número de efectivos de la tropa profesional destacada en Melilla pasarían a estar en contra’. Desconozco en qué datos se basa el autor para realizar esta afirmación, en mi opinión poco objetiva. Si los tiene le sugiero que los ponga en conocimiento de la Comandancia General de Melilla inmediatamente. Estima igualmente que podría llegar a conformarse un movimiento social parecido a la marcha verde en 1975. Sobre este asunto se ha especulado mucho en años precedentes pero lo cierto es que ni el Marruecos de 1975 es el actual ni tampoco lo es la sociedad marroquí, más crítica e indiferente hacia el problema del Sahara Occidental de lo que muchos creen. La última movilización en torno a esta cuestión reunió a treinta mil personas en Casablanca. Volvamos al problema de la isla del Perejil. La única manifestación que hubo entonces se desarrolló en Rabat frente a la embajada española y concitó a unas centenas de personas tan solo, al igual que frente a la isla, en Belyounech. Por su parte, el Istiqlal movilizó a mil personas en Tetuán. Los datos nos muestran que cada vez es más difícil movilizar a la población marroquí, en particular en un asunto como el del Sahara Occidental, aunque no es el único y lo es porque ha bajado el nivel de represión del Majzen sobre la ciudadanía, a diferencia de lo que sucedía en 1975. Además, en el caso de Melilla y Ceuta, el Estado agresor sería Marruecos ¿por qué la población marroquí iba a aceptar un enfrentamiento con España de consecuencias tan negativas e imprevisibles para sí misma como las generadas en un conflicto armado? Creo que se está subestimando al pueblo marroquí, sinceramente.

Ningún estudio de estas conclusiones puede abordarse exclusivamente con datos estadísticos, como tampoco el análisis del régimen político imperante en Marruecos, circunstancia que genera no pocos problemas al autor, problemas de definición, según veo, entre dictadura y democracia, algo tan simple, pero sin embargo se enreda en cuestiones absurdas como el estatuto del monarca español y el marroquí en las constituciones respectivas, régimen parlamentario, atribuciones y competencias del gobierno, etc. Así, afirma, basándose en el índice de democracia que ‘cabe concluir que se confirma una situación en Marruecos retrasada respecto de la de España y de las demás democracias occidentales’. ¿Retrasada?, más bien no democrática en orden a las competencias atribuidas al monarca marroquí en la constitución de su país, entre ellas aprobar dahires, es decir, leyes, no recurribles ante la justicia ordinaria. Léase el artículo 42 de la Constitución marroquí. El monarca gobierna y eso, sencillamente, por muchos índices que se utilicen, caracterizan a un país como no democrático. Por cierto, la existencia de una constitución tampoco maquilla las pretensiones democráticas de Marruecos. Marruecos es un régimen constitucional nominal. Y es que en la teoría constitucional, el constitucionalismo es liberal o no es. Es decir, exige unos elementos imprescindibles para ser tal, entre ellos separación de poderes y reconocimiento de derechos fundamentales, al margen de elecciones libres.

En definitiva y por no alargar más esta crónica, son muchos los factores en juego que no pueden analizarse tan solo con simples datos estadísticos. Ahí está la ideología nacionalista, la gestión del campo religioso en Marruecos por parte del rey, política migratoria y muchas otras cuestiones de cierto interés geopolítico, como los índices de corrupción o algo aparentemente tan nimio como las políticas multiculturales, que se le escapan al autor en su trabajo. Creo que esta investigación es un paso más, indudablemente, en el conocimiento de ciertas realidades, pero creo también que es insuficiente para explicar otras, en orden a la metodología escogida para ello y algunas de las conclusiones a las que llega el autor, cercanas por cierto, a determinados discursos muy de actualidad entre los partidos políticos españoles.

PIE DE FOTO:
Portada del libro de Jesús García Ayala

Frontera de Melilla en los años 80 y principios de los 90

FRASES:

Comenzando por lo básico, es decir, la defensa de Melilla, Ceuta y resto de posesiones españolas en el norte de África, afirma que ‘la discrepancia sobre su soberanía es en principio inamovible, permanente y estratégica para ambos países’, España y Marruecos.

Afirma el autor en una de sus conclusiones sobre el Sahara Occidental que ‘las amenazas potenciales contra Melilla provenientes de Marruecos a corto y medio plazo se encuentran neutralizadas mientras dicho país siga precisando de la conformidad de España, en tanto antigua potencia administradora, a la solución de este diferendo’. ¿En serio? ¿Marruecos necesita la conformidad de España en la solución del diferendo? ¿Desde cuándo?

Otra cuestión; afirma el autor en torno al apoyo o rechazo del supuesto conflicto entre España y Marruecos por las poblaciones nacionales y locales respectivas que ‘tras una primera etapa de apoyo… cierto número de efectivos de la tropa profesional destacada en Melilla pasarían a estar en contra’. Desconozco en qué datos se basa el autor para realizar esta afirmación, en mi opinión poco objetiva

Ningún estudio de estas conclusiones puede abordarse exclusivamente con datos estadísticos, como tampoco el análisis del régimen político imperante en Marruecos, circunstancia que genera no pocos problemas al autor, problemas de definición, según veo, entre dictadura y democracia, algo tan simple, pero sin embargo se enreda en cuestiones absurdas como el estatuto del monarca español y el marroquí en las constituciones respectivas, régimen parlamentario, atribuciones y competencias del gobierno, etc.

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