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Columna pública

Más allá del artículo 155

La posible implementación en Cataluña del art.155 de la Constitución significa el fin del "Régimen del 78", y quien crea que con la aplicación de las medidas correspondientes se puede enmendar o apuntalar un sistema caduco, infectado de corrupción, mangoneado por las oligarquías partidistas, estará muy equivocado. De ahí el terror de las actuales formaciones mayoritarias que cohabitan en el Congreso de los Diputados, de ahí el pánico que esconden a una reforma -o una ruptura- que les pueda hacer perder buena parte de sus privilegios.

Por tanto, el artículo 155 de la Constitución, además de lo que arrastra de fracaso institucional y de ser un remedio provisional –que debe mantenerse, si quiere normalizarse la situación, al menos dos o tres años- tiene que ser aprovechado para el inicio de otros senderos, el camino hacia la liquidación de un pútrido sistema político cuyo Estado ya no se sostiene, y donde la palabra democracia ha perdido toda su fuerza y su valor original.

Si el escenario en Cataluña se descontrola o en el caso de una hipotética independencia, el aparato del Estado y su partidocracia saben perfectamente que tienen los días contados, saben que el pueblo español no lo perdonará y les pasará una dura factura. Un pueblo, que observa con asombro e incredulidad cómo a estas alturas, no se ha puesto a disposición judicial a la amplia lista de políticos catalanes que han fraguado el golpe de Estado y que tendrían que estar imputados, Código Penal en la mano, por los graves delitos de rebelión o sedición.

Aplicar el artículo 155 nos llevará a muchas incertidumbres y dudas, pero finalmente su sinergia política impulsará lo inevitable, la apertura del “melón constitucional” y su reforma, donde se pondrá en entredicho absolutamente todo: el Estado y sus instituciones, la unidad territorial, la forma de gobierno, el régimen de monarquía constitucional y parlamentaria, el sistema de partidos estatales, la ley electoral, etc., es decir, los pilares en los que hora se sustenta el llamado “Régimen de la Transición” que está dando sus últimos coletazos de agonía.

Perder el control de ese tránsito -que todos sabemos acabará llegando- para poder modelarlo a su antojo, es lo que aterra a las élites partidocráticas, porque de cómo se produzca y de su profundidad dependerá el mantenimiento futuro de los actuales privilegios, prerrogativas, beneficios y estatus. Por eso son tan reticentes en aplicar el artículo 155, por eso -ahora obligados por la enorme presión de los españoles- quieren pasar sobre él de puntillas, para que los posibles efectos cambien poco las cosas y con unas elecciones temerarias -que no servirán para solucionar nada- dar carpetazo y seguir engordando grupos parlamentarios y cuotas de poder.

Porque la convocatoria de elecciones en Cataluña es “el toque de campana salvador” que todos esperan como justificación para echar marcha atrás y argumentar que rechazada la DUI y realizada la convocatoria con arreglo al marco constitucional, “no tendría razón de ser la puesta en marcha del artículo 155”.

Un plan perfecto para muchos acomplejados, cobardes e infames, que se lanzarán como “lobos hambrientos” hacia el electorado catalán para sacar tajada de la actual crispación y desmadre, saciando unas ambiciones personales y partidistas que en nada tienen que ver con el interés general de España.

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