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En el cementerio de la Purísima Concepción

Una visita “Arrabaliana”

Fernando Arrabal en el centro y justo detrás la autora de este artículo, María Isabel Migallón

Coincidiendo con el V Fórum de Ciudades Creativas que en entre los días 26 a 28 de octubre ha tenido lugar en Melilla, se ha rendido homenaje al más universal de los melillenses, añadiendo su nombre al del Teatro Kursaal que desde el día 25 de este mes ha pasado a denominarse también “Fernando Arrabal”. Junto a su esposa, su “eterna novia” Lys y un grupo de amigos ha visitado Melilla, su ciudad natal, la que guarda para él los primeros y quizás más bellos recuerdos de una infancia que quedó marcada por la Guerra Civil.
Fernando Arrabal Terán nació el 11 de agosto de 1932, una placa en la calle Ledesma, en la Vieja Melilla nos recuerda esta efeméride. Su padre, el teniente Fernando Arrabal Ruiz había sido destinado a esta Ciudad y a ella se desplazó junto con su esposa, la joven mirobrigense, Carmen Terán González, con la que había contraído matrimonio en Ciudad Rodrigo el 16 de noviembre de 1930, donde ambos residían.
Fruto de esta unión nacieron Carmen, Fernando y Ángel. Una vida tranquila en esta pequeña población norteafricana de la que Fando guarda como un gran tesoro unas imágenes de su infancia, cual tesoro, aquellas junto a su padre en la playa, cuando éste hacía dunas de arena que cubrían los pequeños pies de un niño que era inmensamente feliz bajo el sol africano.
Pero en julio de 1936 todo cambió y el teniente Arrabal era detenido en la noche del 17 de julio por no sumarse al alzamiento y declarar que se mantenía fiel a la República, al igual que hiciera el entonces comandante general Manuel Romerales Quintero (quien sería fusilado el 28 de agosto del citado año) y otros tantos.
Ese día supuso una catarsis en la vida del pequeño Fernando y de toda la familia. En el mes de octubre el cabeza de familia es trasladado a Ceuta y un mes después Carmen y sus tres hijos abandonan para siempre Melilla, trasladándose a Ciudad Rodrigo junto a la familia materna para emprender una nueva vida.
Aquel niño que años después ganaría un concurso de superdotados siempre añoró la figura paterna y ello marcó su vida y su obra.
Volviendo al presente, decir que quienes tuvimos la suerte de asistir al acto del pasado día 25 en el Teatro Kursaal Fernando Arrabal, no vimos al enigmático y en ocasiones estrambótico dramaturgo sino al hombre, a un ser tremendamente emocionado en tanto que observaba el video elaborado sobre su vida por el personal del Archivo Histórico Audiovisual de la Consejería de Cultura y Festejos.
En la mañana del viernes 27 dos miembros del Centro de Historia y Cultura Militar de Melilla y yo fuimos los guías en el recorrido por nuestro cementerio para un “Grupo Excepcional” formado por Fernando y Lys y sus amigos Julio y Rosa, José y Marianne nuestro cementerio. Un camposanto pleno de historias, de militares y civiles que les han fascinado. Ha sido todo un placer compartir gran de la mañana con ellos.
Por supuesto decir que Lys es una persona entrañable de una sonrisa que te llega al alma. Una pareja que unieron sus vidas en 1958; a su lado se respira cariño y admiración mutua.
Fernando más inquieto y vital, Lys tranquila y pausada, la balanza matrimonial, a mi parecer perfectamente equilibrada y por ello duradera en el tiempo.

Este día de “veroño” (como popularmente se ha calificado al tiempo que estamos teniendo en este mes) quedará marcado en el calendario de mi vida de manera especial; tanto como son las personas a las que he tenido el privilegio de contar algunas de las historias que nuestro cementerio custodia celoso entre sus encalados muros.
¡Gracias por haberme permitido vivir una experiencia así! Como amante de la historia de la ciudad que me vio nacer ha sido un verdadero placer poder compartir mis escasos conocimientos de ella, a través de algunas personas que un día fueron parte activa de su devenir diario y cuyas vivencias hoy conforman nuestro legado histórico, nuestro patrimonio cultural del que debemos sentirnos tremendamente orgullosos.
Aprovecho estas páginas para invitar a todos los melillenses que a buen seguro en estos días acudirán mayoritariamente, que se animen a conocerlo un poco más. Que dejen a un lado la tristeza que produce su significado, como última morada de nuestros seres más queridos, para quedarse con la belleza de algunas cruces, esculturas y relieves así como de la riqueza histórica que guarda.
En muchas ciudades los cementerios están incluidos como otro lugar más en los recorridos turísticos. Quizá vaya siendo hora de plantearnos el hecho de que el de la Purísima Concepción lo sea también. ¡Melilla lo merece!

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