La nomenclatura MENA (menor extranjero no acompañado) se hace cada vez más fuerte y conocida, especialmente en nuestra Ciudad.Los menores extranjeros que llegan solos son en su mayoría marroquíes o subsaharianos y lo hacen a través de los puestos fronterizos, ya sean escondidos en coches o acompañados por algún adulto familiar o amigo que después lo abandona.
Cuando los menores extranjeros no acompañados llegan a territorio español son declarados en desamparo y tutelados por los servicios de protección de menores de la Ciudad Autónoma. A partir de esta tutela se inician bajo la competencia de la administración pública todas las actuaciones previstas para la correcta identificación de los menores y para la adopción de las medidas de protección que se deriven de ello, entre ellas, el acogimiento residencial, en este caso el centro Fuerte “La Purísima”, con capacidad para 163 niños, aunque el número de menores residentes supera de forma habitual los 360. El centro asistencial “Gota Leche” con 122 plazas mixtas, 10 para niños de 0 a 4 años, 55 para niños y 57 para niñas. Y el centro Divina Infantita, destinado exclusivamente para el acogimiento de niñas.
Estos centros asumen la responsabilidad de atender las necesidades básicas de los menores acogidos, a la vez que se les ofrecen programas de formación, talleres de orientación laboral, actividades de ocio y tiempo libre, alfabetización para aquellos que no dominan el idioma y talleres de habilidades sociales, entre otras acciones. Son centros equipados para el uso que les corresponde, aunque las condiciones de hacinamiento mantenidas y la existencia de menores extranjeros que, una vez llegados a Melilla, permanecen viviendo en las calles de la ciudad, ponen de manifiesto las dificultades y contradicciones claras que se están produciendo en la cobertura de la protección efectiva que el sistema público ha de garantizar, limitando su capacidad real de ofrecer la atención integral que dichos menores requieren y en la ausencia de protección real de la que son objeto los adolescentes que permanecen solos viviendo en las calles de la Ciudad.
Este grupo de menores, presenta especial preocupación para la intervención social, son menores en situación de extrema vulnerabilidad, que viven al amparo de la ayuda que entre ellos mismos se dan, de la que reciben por la mendicidad o de la que les ofrecen asociaciones y otras personas de la ciudad. Acumulan experiencias de abandono en su propio país de origen y en la llegada a su destino, lo que les lleva a la ausencia mantenida de referencias adecuadas adultas para su desarrollo socio-emocional.
Todo ello, se refleja a su vez en los discursos y percepciones que la comunidad de acogida construye sobre estos menores, fundamentalmente a través de las redes sociales y los medios de comunicación. Se les atribuye a ellos mismos la responsabilidad exclusiva de aprovechar o no las medidas de protección que se les ofrece, olvidando las garantías de bienestar y protección que nuestro ordenamiento jurídico establece bajo el compromiso del interés superior del menor.
Con carácter urgente es prioritario hacer efectiva la protección y atención integral de todos los menores extranjeros no acompañados que se encuentran tutelados desde los sistemas de protección públicos. Las excepciones en estos compromisos, y la permanencia de menores viviendo en la calle son evidencias de fracaso de nuestras políticas sociales.
Por otro lado, a medio-largo plazo es necesario seguir avanzando en estrategias dirigidas a mejorar y ampliar las condiciones y cobertura ofrecida desde los centros de protección de menores, dotándolos de mayor capacidad y recursos profesionales que aseguren la intervención especializada que en los mismos se ha de desarrollar con cada uno de los menores acogidos. En paralelo, se deberán seguir buscando vías de coordinación y colaboración con los países de origen y con las responsabilidades que también a ellos hay que recordar.
