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Vamos, de una vez y de verdad, a cambiar el modelo económico

Estoy convencido de que desea, mi amigo, lo mejor para Melilla, pero haciendo más o menos lo mismo que se ha hecho durante los últimos treinta años, con el tamaño y la actitud general de la enorme burocracia melillense, no se arreglará la economía,

El cambio necesario -que es posible- sólo puede venir desde la iniciativa privada, jamás desde lo público.
Bitcoin, la moneda que está cambiando el mundo. Una divisa electrónica, descentralizada, sin emisor central, una criptomoneda, la moneda digital más usada del mundo, se puede comprar con euros u otras divisas, las transacciones se hacen directamente de persona a persona, es imposible de falsificar, no hay intermediarios, es segura para el comprador y el vendedor, su cotización se negocia permanentemente, está basada en un sistema de usuario a usuario, y etc., etc. Parece magia, pero es el cambio. Cambia, todo cambia, repetía Mercedes Sosa en una de sus fantásticas canciones. "Cambia lo superficial/ Cambia también lo profundo/ Cambia el modo de pensar/ Cambia todo en este mundo", decía en una de sus estrofas.

Todo cambia…menos oficialmente en Melilla. Valga, a título de ejemplo, lo que escribí en una de mis Cartas el 20 de octubre de 2002, hace más de quince años. Acudí entonces, invitado por el presidente de la Ciudad Autónoma (ya entonces Juan José Imbroda), al acto de celebración de los 505 años de la españolidad de Melilla, en el Hotel Palace de Madrid. Se homenajeó al gran Fernando Arrabal (como se ha hecho después tantas veces). Faltó, a la hora de invitar, "atraer inversores serios, en vez de tanto político -muchos de ellos de mediopelo- y sólo se volvieron a repetir los vacuos conceptos de siempre" (escribí yo en mi Carta de entonces). "El acto madrileño dejó una sensación de tristeza, una tristeza que cada vez observo más arraigada, más extendida, más profunda, en nuestra ciudad, consecuencia, en gran parte, de esa abismal separación entre lo real, lo que perciben y saben los ciudadanos, y lo oficial, lo que transmiten los políticos y los diversos, y muy numerosos, administradores públicos, en general… No se debería mantener más un Ayuntamiento pantagruélico, acromegálico, vestigio de un pasado que el resto de España ha superado ya hace muchos años, afortunadamente… un panorama insostenible, una disociación entre lo real y lo oficial que origina esa tristeza tan profunda como extendida, esa falta de horizontes profesionales, ese éxodo de personas que siempre estuvieron aquí y ya no quieren seguir, esa sensación de falta de libertad que cercena la iniciativa, motor del desarrollo económico en tantos otros sitios de España… Melilla podría -debería- jugar un papel básico en el desarrollo del Magreb, del Rif al menos, un papel que, en las actuales circunstancias, será imposible ejercer, por desgracia" Eso escribí yo hace más de 15 años. ¿Es cierto, o no, que todo cambia, menos Melilla?
Más datos. En el año 2007, diez años atrás, la Ciudad Autónoma publicó un Dossier Económico de la ciudad, bajo el titulo de Melilla Destino de Inversión. El presidente Imbroda, bastante joven, abría la Presentación, y escribía: "En los últimos años nos hemos marcado una estrategia de diversificación de nuestra estructura comercial tradicional hacia un nuevo modelo económico, más orientado a los servicios empresariales, la pequeña industria y el turismo. Melilla desea escribir un nuevo capítulo en su historia, impulsando las inversiones en nuevos sectores y áreas de negocio" y calificaba nuestra ciudad como "un destino de inversión inigualable", entre otras razones porque "cuenta con un completo programa de ayudas a la inversión, gracias a su condición de Zona Objetivo 1 de la Unión Europea". ¿Se parece esto a la realidad económica actual de Melilla? ¿ Existen un nuevo modelo económico, más servicios empresariales, más pequeñas industrias, más turismo? No, desgraciadamente no.

Yo no sé ya qué ni cómo decirle a mi amigo -para que lo aprehenda y, sobre todo, actúe- que es imprescindible cambiar, que es absolutamente necesario y que es, además, urgente, mucho más urgente para la ciudad que cualquier otra cosa, sea la que sea. Así -lo de Zara es un aldabonazo muy notorio, lo de la frontera es un desastre sin paliativos, lo del retraso sobre lo de la Unión Aduanera Europea es inexplicable, la situación sanitaria local es inaguantable, etc., etc.- no se puede seguir. Estoy convencido de que desea, mi amigo, lo mejor para Melilla, pero haciendo más o menos lo mismo que se ha hecho durante los últimos treinta años, con el tamaño y la actitud general de la enorme burocracia melillense, no se arreglará la economía, no se hará un nuevo cesto con los mismos mimbres, no se sacará a Melilla del marasmo, de la decadencia (ver algunas de las cartas que nos envían bajo el titulo de la decadencia de Melilla), de la catástrofe que se otea y se siente.
¿Que qué opino yo acerca de lo del Centro Comercial y lo de Mercadona? Pues que son inversiones y puestos de trabajo en Melilla y eso me parece bien. El Centro Comercial podía, debería, haber sido una operación más abierta, para hacerla más comprensible y aceptada, porque de manera directa incide competencialmente con algo que ya existía, con el pequeño comercio local, o, dicho de otra manera, aparece en un mercado que ya estaba ocupado. Lo mismo digo sobre Mercadona, su mercado y su secretismo locacional. Bienvenidos sean, pero ya veremos su grado de integración en la muy peculiar idiosincrasia local, que no es tan fácil de aprehender.

Opino, también, que la decadencia melillense no es absoluta, no es un hundimiento súbito. Es una decadencia larga y paulatina, a la que hay que poner freno, y el freno no es tratar de callar al mensajero o criticarme, de tapadillo, ante los jefes o ante el gran jefe. Tapando, o intentando tapar (que eso es otra cosa) los problemas, el resultado es lo que está ocurriendo, es que esos problemas no se solucionan y que, como consecuencia, la situación empeora, o sea, que la decadencia continúa y arrecia su ritmo. Para mí lo cómodo sería mirar para otro lado y disfrutar del buen clima melillense, pero mi conciencia no me deja hacerlo. Por eso le insisto a mi amigo: vamos, de una vez y de verdad, a cambiar, a modernizar Melilla, especialmente su economía. Eso es lo importante, incluso electoralmente. Y hay que entender, para que no se me tilde de catastrofista, que tal cambio -que es posible- sólo puede venir desde la iniciativa privada, jamás desde lo público. Desde lo público se puede facilitar el camino, que ya es mucho, pero no lograr el cambio profundo de modelo económico que se necesita. El empleo no lo crea la Administración, lo crean los empresarios, las iniciativas empresariales, en libertad, en competencia y con un ambiente burocrático favorable.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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