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Carta del Editor

El pacto nacional-populista para romper España

El que no sé si terminará ganando la guerra de las palabras, contra el PP en este caso, es Rodrigo Rato, que acaba de "saldar cuentas con Guindos, Montoro, Catalá y Báñez", cuatro ministros en ejercicio, y en general con el que fuera durante treinta años su partido. El PP, con esto, los temas judiciales y lo de Cataluña, lo está pasando muy mal últimamente y ya empieza a instalarse la idea de que eso de votar al menos malo quizás va a dejar de funcionar. Habrá que estar atentos a lo que vaya pasando en Melilla Veo, en Casablanca, tras una reunión de trabajo muy fructífera y en la que pude constatar el desarrollo económico empresarial marroquí, un programa de televisión, The war of words, en la BBC, basado en un libro escrito por Peter John, con el título de "Churchill versus Hitler, The war of words (la guerra de las palabras)". Antes de ganar Chuchill la guerra a Hitler, le había ganado la batalla de las palabras, sin duda. Quizás eso contribuyó poderosamente al triunfo final. Y si los dirigentes marroquíes actúan como hablan, igual de bien, pronto veremos que ganan la guerra a la pobreza.

El que no sé si terminará ganando la guerra de las palabras, contra el PP en este caso, es Rodrigo Rato, que acaba de "saldar cuentas con Guindos, Montoro, Catalá y Báñez", cuatro ministros en ejercicio, y en general con el que fuera durante treinta años su partido. El PP, con esto, los temas judiciales y lo de Cataluña, lo está pasando muy mal últimamente y ya empieza a instalarse la idea de que eso de votar al menos malo quizás va a dejar de funcionar. Habrá que estar atentos a lo que vaya pasando en Melilla.

Sobre Cataluña, y lo que puede pasar en el resto de España, habrá que tener en cuenta que se han "fundido en acción política los dos movimientos que alimentan la actual situación catalana: el nacionalismo y el populismo" (Santos Juliá en su libro "Transición. Historia de una política española(1937-2017)". Primero, "convergentes y socialistas, tan diferentes por sus bases, fueron muy semejantes en sus metas políticas: construir una nación catalana". Después, la Gran Recesión y la crisis general. Más tarde, Artur Mas y su "vamos hacia ejercer el derecho a decidir", ya en 2012. En julio 2014 el presidente por antonomasia de la Generalitat, Jordi Pujol, confesó que venía defraudando a Hacienda desde, al menos, treinta y cinco años antes y a continuación Artur Mas "respondió a la hecatombe que se anunciaba para su partido con el adelanto de la convocatoria electoral a septiembre de 2015" en la que ya se trataba de votar por la independencia, sumando los votos de centro-derecha y de la izquierda republicana y tratando de obtener una mayoría de votos, lo que, según Mas, bastaría para declarar solemnemente la independencia de la nación catalana, transformando unas elecciones autonómicas en un plebiscito.

Pero el resultado de las elecciones del 27-S obtenido por la suma de los dos partidos y las asociaciones convocantes del plebiscito fue peor que nunca antes, se quedó en un 39,57% del total de los votos válidos, así que pidieron el apoyo de la comunista Candidatura d'Unitat Popular (CUP), que había obtenido 10 diputados y la cual "tras varias asambleas y la laminación de los dubitativos, logró que la votación de unos 3.020 militantes y ¡un empate! dejara las manos libres a la vanguardia para decidir lo que quisiera, y la decisión fue, como en los días trágicos del golpe militar contra la República cuando la CNT sostuvo a Companys en la presidencia de la Generalitat, apoyar a la coalición de Junts pel Sí, con la condición de que les trajera en bandeja la cabeza de Mas, e impusieron como presidente a Puigdemont".

El nacionalismo catalán conservador y de izquierda se maridó con el populismo libertario, iniciando así lo que la CUP define como el "proceso de desconstitucionalización" de toda España, "rompiendo el candado de la Constitución del 78, no sólo para Cataluña sino también para todos los pueblos del Estado". Se consumó el intento de ruptura nacional-populista. Los mismos comunistas, que pactaron la Transición, lo que ahora llaman "el régimen" del 78, intentan ahora borrar su propio pasado y, como dicen tantos analistas, borrar del mapa a esa España a la que no pueden someter.

Esa es la historia que, unida a la inacción como respuesta, ha llevado a la confusa y preocupante situación de la autonomía que, todavía hoy, preside Mariano Rajoy, vía su delegada y vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, hoy bastante desaparecida.

Otras cosas
El negocio del fútbol. La Liga de fútbol, que ingresaba 40M euros en 1990, hoy está en 1.700 M, y subiendo. Los 1.200M euros que el Barcelona pagó por Maradona equivaldrían hoy a 30,5 M (por Coutihno el Barcelona ha pagado 160M, y quizás más si, por una sola vez y sin que sirva de precedente, dijeran la verdad). Y eso que la Liga es pequeña, comparada con la Premier inglesa. El fútbol vale hoy, como mínimo 40 veces más que hace 25 años, dice el diario AS, y quizás se queda corto.

Un gran periodista. Escribe Ignacio Camacho un gran artículo, en ABC, sobre Manuel Alcántara.
"Es el periodismo en las venas, como vocación, como abismo, como veneno. La leyenda viva del articulismo de olivetti, cuartilla y flexo". Era y es Manuel Alcántara todo eso y mucho más, un fenómeno como escritor, como periodista y como ser humano, al que tuve el placer de tratar y la satisfacción de poder hablar, de compartir tantas cosas, en Málaga, sobre un proyecto de cadena de periódicos andaluces, con la cabecera El Sol como fondo, durante mucho tiempo. Me alegra volver a saber de él y constatar que está tan vivo, tan genialmente vivo, como siempre.

La globalización. El 7 de enero falleció en Dublín el irlandés Peter Sutherland, gran amigo de España y considerado por muchos en el mundo como "el padre de la globalización", que tanto bien ha hecho a tantas personas, incluyendo innumerables habitantes de los países en vías de desarrollo, que han podido participar en la riqueza derivada de la globalización e impulsada por personajes de la enorme talla del gran liberal que fue Sutherland, quien defendía también que, por encima de cualquier otra consideración, cada refugiado es ante todo un ser humano, merecedor del respeto de cada uno de nosotros.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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